jueves, 21 de septiembre de 2017

CRÓNICAS DE UN TEMBLOR.

CRÓNICAS DE UN TEMBLOR.
CON PERMISO DE GUSTAVO CERATI… “CUANDO PASE EL TEMBLOR…”

Hay una grieta, en mi corazón
un planeta, con desilusión…
Despiértame cuando pase el temblor…
Despiértame cuando pase el temblor…


Hace muchos años, por allá de la secundaria, leí un cuento de ciencia ficción y justo en el último párrafo el autor explicaba cómo se producía un temblor. Todos los planetas de nuestro sistema solar eran simplemente huevos que un ave había puesto hacía millones de años. Estos huevos; unos más grandes que otros, orbitarían alrededor de una fuente luminosa (el sol) quien suministraba la energía necesaria para que dentro de los huevos se desarrollaran sus pichones. Un día el ave regresaría por sus crías y cada uno de sus hijos formaría otro sistema que tendría tantos planetas como huevos pusiera. El nacimiento de estas crías sería el fin de nuestro sistema solar.

Me recuerdo que el último párrafo me impactó tanto que fue para mí una de esas lecturas que nunca olvidas. Decía algo así: (…) Ya se acerca de regreso el ave y mientras su hijo espera que llegue y le ayude a romper el cascarón, se sacude dentro del planeta. Siento los primeros temblores. El final está muy cerca. La destrucción es necesaria para que empiece una vida (…) Esa es la sensación que sientes cuando vives un temblor de esta magnitud. No hay película ni cuento o novela que pueda describir esa sensación (por muy buena que sea) hasta que la vives en carne propia.

Este martes 19 de septiembre hizo exactamente 15 días que estamos viviendo en esta nueva casa, y también hizo curiosamente 32 años de aquel terrible temblor que sacudió a México en 1985. Pareciera que toda la estructura rocosa del planeta tuviera una memoria meticulosamente programada para que cualquier día 19 de septiembre de cada 30 + (n+2) años nos refresque la memoria. Si suponemos que n toma valores empezando por cero, el siguiente trancazo sería en 2050, año en el que muchos de nosotros no estaremos pero aquí se los dejo porque quien sabe si esto pueda ser una profecía y dentro de 33 años me vuelvo famoso. (Ahí se lo encargo mucho a mis hijos para que disfruten de mis derechos de autor y lo registren como las profecías de NostrePepusSalaus y para que no se les ocurra en esos días estar ni de visita por la Ciudad de México).
Volviendo a lo que iba, la cosa es que estábamos sentados en la terraza disfrutando de un buen café y de la visita de una querida amiga cuando de repente el suelo empezó a moverse. Yo en estos 22 años que vivo en Cuernavaca he sentido muchos temblores, pero nada que ver con este. Los otros han pasado por debajo de los pies, o me han dado una ligera sacudida o hasta ni los he sentido… te enteras porque oyes las noticias y punto. Pero este… ¡no jodan! El piso empezó a moverse primero oscilante, después trepidante (Hacia arriba y abajo), después ambos a la vez.

Nos paramos de la mesa y nos salimos de la terraza y fuimos al centro del jardín… en el camino nos alcanzó el oleaje de la alberca que lanzaba el agua a ambos lados como si un pinche gigante estuviera sacudiéndola de un lado para otro y lo más terrorífico fue el ruido que sentíamos a nuestras espaldas. La casa crujía como si quisieran arrancarla de un cuajo, los adornos de cristales estallaban al chocar con el piso, pedazos de recubrimiento de pared se desprendían y al chocar con el piso se convertían en polvo. Cuando intentamos voltearnos para ver la casa no nos podíamos sostener parados… la tierra literalmente parecía una cuerda floja en la que intentas buscar el equilibrio y no puedes. No sé cuánto duró pero cuando el movimiento cesó, todo, prácticamente todo estaba en el suelo. La casa parecía un set de grabación de una película en donde llega el dueño de la casa y se encuentran con que todas sus pertenencias están fuera de sus lugares porque unos ladrones o policías habían hecho un registro buscando algo. Así estaba. Todos los cajones de los closets, de las mesas de noches, estaban salidos y algunos literalmente en el piso. Las televisiones de las recámaras estaban caídas, los cuadros, los libros… todo era un auténtico campo de batallas.

Vivir algo así es desesperante. Pero lo realmente angustiante viene después cuando intentas localizar a tu hijo que estudia en La Ciudad de México o a las hijas de mi esposa que están en Puebla (muy cerca fue el epicentro) y te encuentras con que las llamadas no entran, los teléfonos pierden comunicación, se va la luz porque el temblor tumba postes del tendido eléctrico y con ella se desaparece la conexión de Internet y te quedas totalmente incomunicado. Y esta misma sensación sienten tus seres queridos cuando intentan saber de uno porque empiezan a ver noticias que lo único que muestran son imágenes de terror con estadísticas de muertos y devastaciones. Siente el doble efecto del temblor. La pérdida de lo material y la angustia de no saber de los tuyos ni que los tuyos sepan de ti.

Lo material parece simple, pero desgraciadamente aquí estamos en el tercer mundo donde ninguna aseguradora da cobertura a perdidas por desastres naturales y si las encuentras quieren cobrar como si vivieras en los Estados Unidos. Aquí todos los seguros son muy inseguros y tramposos, todos ven por cobrarte y cobrarte, pero a la hora de pagar se rigen por las letras pequeñas que uno nunca lee y te pagan una bicoca y si es que logras cobrar, terminas pagando un deducible muchas veces más alto que lo recuperas.

Lo más importante, es poder hacer el cuento. La vida por supuesto es más valiosa que cualquier cosa material y aquí estamos… vivos y contentos de estar vivo, aunque cueste un ojo de la cara tratar de borrar las imágenes que viviste y sentiste en carne propia. Aunque demore el efecto post temblor, aunque duermas y de repente te despiertes porque estás soñando que otra vez está temblando o aunque no puedas dormir porque temes que te agarre una réplica dormido y no puedas echarte a correr para ponerte a buen resguardo. O en no dejar de pensar en los miles de padres desesperados que buscan a sus hijos entre los escombros, o en los que perdieron todo y hoy viven de la esperanza que un gobierno que es capaz de gastar 5000 mil millones de pesos en campañas electorales, se digne a dar una migaja si bien les va... son imágenes horribles.

Cerati creó una hermosa metáfora con: Despiértame cuando pase el temblor… creo que es lo más aconsejable. Despertar como si todo hubiera sido sueño… un sueño que no quisieras volver a tener.
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