CRÓNICAS DE UN
TEMBLOR.
CON PERMISO DE
GUSTAVO CERATI… “CUANDO PASE EL TEMBLOR…”
Hay una grieta,
en mi corazón
un planeta, con
desilusión…
Despiértame
cuando pase el temblor…
Despiértame
cuando pase el temblor…
Hace muchos años, por allá de la
secundaria, leí un cuento de ciencia ficción y justo en el último párrafo el
autor explicaba cómo se producía un temblor. Todos los planetas de nuestro
sistema solar eran simplemente huevos que un ave había puesto hacía millones de
años. Estos huevos; unos más grandes que otros, orbitarían alrededor de una
fuente luminosa (el sol) quien suministraba la energía necesaria para que
dentro de los huevos se desarrollaran sus pichones. Un día el ave regresaría
por sus crías y cada uno de sus hijos formaría otro sistema que tendría tantos
planetas como huevos pusiera. El nacimiento de estas crías sería el fin de
nuestro sistema solar.
Me recuerdo que el último párrafo me
impactó tanto que fue para mí una de esas lecturas que nunca olvidas. Decía
algo así: (…) Ya se acerca de regreso el ave y mientras su hijo espera que
llegue y le ayude a romper el cascarón, se sacude dentro del planeta. Siento
los primeros temblores. El final está muy cerca. La destrucción es necesaria
para que empiece una vida (…) Esa es la sensación que sientes cuando vives un
temblor de esta magnitud. No hay película ni cuento o novela que pueda
describir esa sensación (por muy buena que sea) hasta que la vives en carne
propia.
Este martes 19 de septiembre hizo
exactamente 15 días que estamos viviendo en esta nueva casa, y también hizo
curiosamente 32 años de aquel terrible temblor que sacudió a México en 1985.
Pareciera que toda la estructura rocosa del planeta tuviera una memoria
meticulosamente programada para que cualquier día 19 de septiembre de cada 30 +
(n+2) años nos refresque la memoria. Si suponemos que n toma valores empezando
por cero, el siguiente trancazo sería en 2050, año en el que muchos de nosotros
no estaremos pero aquí se los dejo porque quien sabe si esto pueda ser una
profecía y dentro de 33 años me vuelvo famoso. (Ahí se lo encargo mucho a mis
hijos para que disfruten de mis derechos de autor y lo registren como las
profecías de NostrePepusSalaus y para que no se les ocurra en esos días estar
ni de visita por la Ciudad de México).
Volviendo a lo que iba, la cosa es que
estábamos sentados en la terraza disfrutando de un buen café y de la visita de
una querida amiga cuando de repente el suelo empezó a moverse. Yo en estos 22
años que vivo en Cuernavaca he sentido muchos temblores, pero nada que ver con
este. Los otros han pasado por debajo de los pies, o me han dado una ligera
sacudida o hasta ni los he sentido… te enteras porque oyes las noticias y
punto. Pero este… ¡no jodan! El piso empezó a moverse primero oscilante,
después trepidante (Hacia arriba y abajo), después ambos a la vez.
Nos paramos de la mesa y nos salimos de
la terraza y fuimos al centro del jardín… en el camino nos alcanzó el oleaje de
la alberca que lanzaba el agua a ambos lados como si un pinche gigante
estuviera sacudiéndola de un lado para otro y lo más terrorífico fue el ruido
que sentíamos a nuestras espaldas. La casa crujía como si quisieran arrancarla
de un cuajo, los adornos de cristales estallaban al chocar con el piso, pedazos
de recubrimiento de pared se desprendían y al chocar con el piso se convertían
en polvo. Cuando intentamos voltearnos para ver la casa no nos podíamos
sostener parados… la tierra literalmente parecía una cuerda floja en la que
intentas buscar el equilibrio y no puedes. No sé cuánto duró pero cuando el
movimiento cesó, todo, prácticamente todo estaba en el suelo. La casa parecía
un set de grabación de una película en donde llega el dueño de la casa y se
encuentran con que todas sus pertenencias están fuera de sus lugares porque
unos ladrones o policías habían hecho un registro buscando algo. Así estaba.
Todos los cajones de los closets, de las mesas de noches, estaban salidos y
algunos literalmente en el piso. Las televisiones de las recámaras estaban
caídas, los cuadros, los libros… todo era un auténtico campo de batallas.
Vivir algo así es desesperante. Pero lo
realmente angustiante viene después cuando intentas localizar a tu hijo que
estudia en La Ciudad de México o a las hijas de mi esposa que están en Puebla
(muy cerca fue el epicentro) y te encuentras con que las llamadas no entran,
los teléfonos pierden comunicación, se va la luz porque el temblor tumba postes
del tendido eléctrico y con ella se desaparece la conexión de Internet y te
quedas totalmente incomunicado. Y esta misma sensación sienten tus seres
queridos cuando intentan saber de uno porque empiezan a ver noticias que lo
único que muestran son imágenes de terror con estadísticas de muertos y
devastaciones. Siente el doble efecto del temblor. La pérdida de lo material y
la angustia de no saber de los tuyos ni que los tuyos sepan de ti.
Lo material parece simple, pero
desgraciadamente aquí estamos en el tercer mundo donde ninguna aseguradora da
cobertura a perdidas por desastres naturales y si las encuentras quieren cobrar
como si vivieras en los Estados Unidos. Aquí todos los seguros son muy
inseguros y tramposos, todos ven por cobrarte y cobrarte, pero a la hora de
pagar se rigen por las letras pequeñas que uno nunca lee y te pagan una bicoca
y si es que logras cobrar, terminas pagando un deducible muchas veces más alto
que lo recuperas.
Lo más importante, es poder hacer el
cuento. La vida por supuesto es más valiosa que cualquier cosa material y aquí
estamos… vivos y contentos de estar vivo, aunque cueste un ojo de la cara tratar
de borrar las imágenes que viviste y sentiste en carne propia. Aunque demore el
efecto post temblor, aunque duermas y de repente te despiertes porque estás
soñando que otra vez está temblando o aunque no puedas dormir porque temes que
te agarre una réplica dormido y no puedas echarte a correr para ponerte a buen
resguardo. O en no dejar de pensar en los miles de padres desesperados que
buscan a sus hijos entre los escombros, o en los que perdieron todo y hoy viven
de la esperanza que un gobierno que es capaz de gastar 5000 mil millones de
pesos en campañas electorales, se digne a dar una migaja si bien les va... son
imágenes horribles.
Cerati creó una hermosa metáfora con:
Despiértame cuando pase el temblor… creo que es lo más aconsejable. Despertar
como si todo hubiera sido sueño… un sueño que no quisieras volver a tener.