jueves, 24 de diciembre de 2020

Ex Navidad cubana. Se fueron sin decir adiós y sin Dios,


Por Nelson Machín Viera del equipo de EL BALSERO

Cuando era más niño la Nochebuena en los campos de Cuba era una fiesta entre vecinos y familias, a la cual los de más lejos llegaban en caballos, unos con guitarras y otros con botellas de ron que plantaban sobre una larga mesa donde brillaba en el centro un lechón asado (o tres) escoltado por bandejas de yuca, arroz congrí, plátanos fritos, ensalada de lechuga con tomates, sidra, cerveza (que enfriaban dentro de un abono destinado a la agricultura) y el encanto de los cubanos y cubanas que comenzaban a amargarse, pero la inercia de las viejas alegrías les mantenía en forma la esperanza hasta que estas murieron, fueron apresadas, o se exiliaron.

La Nochebuena fue desapareciendo como las uvas y las manzanas hasta quedar prohibida. Todo el mundo pensaba que la siguiente Navidad sería sin comunismo, y por eso se brindaba y era lo que más se repetía y atizaba la fiesta. Nadie podía imaginar que la tiña roja estaba gateando hasta la médula de la herida Nación, ni que por el tiempo suficiente para desmigarla, incluso dentro de nosotros.

Allá por la Habana, Santiago de Cuba y Santa Clara, cada día caían bajo las balas —frente a los pelotones de fusilamientos— decenas de cubanos, algo de lo cual rara vez uno se enteraba porque ni sus familiares podían reclamar cadáveres ni hablar del tema. (El Che Guevara había sido el encargado de la mayoría de los fusilamientos que se decidían en juicios orquestados, auto-eligiéndose, en muchos casos para dar el tiro de gracia. Este símbolo de la contracultura mundial actual, prefirió su oficina frente al paredón para ver como morían los cubanos y cómo se comportaban los militares destinados a disparar, de lo que se embarraron muchos, para crearles así el eterno e insoslayable vínculo con la tiranía que adoptó el color de la sangre que hizo derramar a raudales en los patios de las cárceles de Cuba).

Cuba era tan próspera, que durante 8 años vivió comiendo de lo que quedaba almacenado desde cuando el capitalismo. Llegando a los años 70s, los campos se destruyeron. Los hijos de los guajiros fueron llevados a las ciudades a "estudiar" para fanatizarles, programarles (amaestrarlos), mientras sus padres estaban obligados a construir sus propios y discretos campos de concentración…, también ciudades de concentración lo que de eso no se percata cualquiera. (Muchos hombres que estaban acostumbrados a tener libertad de pájaros prefirieron el suicido como vía para salir de los montones que la crema de la chusma del país escoltaba con metralla y bayonetas, moviéndolos a su antojo en camiones verdes). Y el mundo aplaudía e intentaba imitar.

Para colmo, con el miedo y el silencio de los adultos en ristre, en las escuelas, nos obligaban a decir que teníamos que ser como el Che., lema teníamos que gritar los niños 3 ó 4 veces al día (¿Cómo se sentirían en los hogares donde faltaba el padre que había sido fusilado?). Ni las viudas ni los hijos mayores hablaban para que los niños crecieran ignorando la verdad y evitarles problemas en su destino. Gran problema aquel silencio, pero de todos modos todo esfuerzo dentro de Cuba fue y sería infructuoso contra una revolución Made in USA que quería mudar a La Habana con turismo y todo, hacia La Florida.

¡Viva Cristo Rey! Ese era el grito elevado de los cubanos frente a los pelotones de fusilamiento. El grito era apagado por la metralla y al foso caían los que intentaron amparar a Cuba, los olvidados, aquellos que el pueblo que defendieron "honraba" al compás de la grajienta conga, bailando y aplaudiendo a los asesinos que tanta tristeza y destrucción traían envueltos en terror para perpetuarse.

Nuestro caso tiene todas las características de un castigo divino. Por aquellos años los padres seleccionaban las amistades de sus hijos, unos, acorde con los colores, otros, con las creencias... y los decentes por la decencia. También hubo muchos adultos que elegían a sus amigos según se manifestaran sobre una ideología que tenían que defender sin conocerla. Comenzaban las divisiones.

Se suspendían las Navidades. El dueño de Cuba prohibía celebrar la Navidad. Él se creía Dios. Por eso centró el festejo nacional para el día 26 de julio de cada año. Día en que se hizo “encabezada” por él aunque no expuso la cabeza —en complot con Batista y pagado por el Departamento de Estado— la masacre del cuartel Moncada en 1953. Más tarde pondría a "dormir" a todo el pueblo de Cuba...y a soñar sólo con él. Haciendo deflagrar a la Nación, y donde se puede existir loco o borracho. Produjo una especie denominada “Hombre Nuevo” que cual focas aplauden con el agua al cuello, y cual trompo no paran de bailar. Seres que ya no son nuevos, pero incapaces de madurar y discernir sobre lo verdaderamente ocurrido en la Isla porque Fidel Castro enseñó a los cubanos a buscar comodidad aunque fuera lejos y a no correr riesgos que la pongan en peligro y para eso, hay que hacerse el sueco y no el cubano.

Nuestros "talibanes" barbudos cogieron el poder en 1959... Ahora ando por el año 69. La navidad se celebraba discretamente y escasa de palabras. Era un peligro, un delito como las peleas de gallos. Por pelear gallos se iba un par de años a la cárcel, pero por celebrar la Navidad se abría un expediente que acompañaría durante toda la vida hasta a los recién nacidos de una familia. (Y a ese que la prohibió fueron tres Papas a saludarlo).

En varios hogares de Cuba vi los arbolitos de Navidad más discretos que jamás existieron: escondidos detrás de un ropero, o formando discreto belén dentro de un gallinero. Con el tiempo, las cenas, aunque quisieran ya no podían tener lo de antes porque no había casi campesinos en Cuba y los almacenes ya estaban vacíos. Todo lo que oliera a católico era perseguido. La revolución Made in USA exigía a sus adeptos hasta el divorcio si su pareja insistía en visitar iglesias. Conclusión: la Navidad apagó sus lucecitas en Cuba para dar paso a la brujería, quedando como una maldición y una de las pocas cosas que exporta Cuba.

Hubo historias que inspiraron suicidios. Amarse a escondidas no sería lo más encomiable porque seguro que alguien tendría como único trabajo el de acechar a los que se amaban. La chusma enaltecida se prestaba para esto, conscientes los encargados de vigilar, que así estaba garantizada la misión, agudizada esta por el odio de las razas y la envidia sumada a las ganas de escalar. En cada barrio existían 4 ó 5 hombres que jamás acudían a un trabajo. Vigilar desde su ventana, o en cortos paseos era la faena de los elegidos y denominados: “ciudadanos cívicos”. Cívicos como el nombre de La Plaza que Batista hizo para Fidel Castro.

En cada hogar había un cuadro que muchas veces medía un metro, con la imagen de Cristo. Aquel cuadro nos hacía ver a Cristo como a uno más de la familia. Los niños lo llamábamos Papá-Dios. De pronto se retiró la imagen del señor porque era delito. Todos los asustados de doble cara en aquel mismo marco metieron la foto de algún comandante de los que teníamos unos cuantos, pero el “en jefe” sería eterno. Su foto proporcionaba méritos a las familias. Es decir: los comandantes endiosados ya eran dioses. Cristo volvía a ser un perseguido y huyendo, escondido debajo de los colchones, o en lugares tapiados, no pudo salvarnos, para más inri, viendo que dejamos de buscarle. Como que pocos lo querían en sus casas nos dejó de “regalo” más de medio siglo de comunismo… enfermedad contagiosa que descuartiza la riqueza espiritual y económica de los pueblos, algo que el José Martí de los cubanos decentes, jamás hubiera consentido porque creía en Dios. "A Dios —decía— no es menester defenderlo, la Naturaleza por sí sola lo defiende.

Las fiestas navideñas solían ser muy lindas en Cuba. Hay recuerdos que desgarran. Siento que esta nota es lo único que puedo hacer en homenaje a la Cuba honorable y a los que dieron sus vidas para que no fuéramos emigrantes. Además lo hago por los cubanos que en un rincón de Cuba se retuercen el alma por no poderse expresar. Todo el que olvida la historia corre el peligro de que se le repita cada día, o de tenerla encima para siempre. También escribo libros por ellos y para ellos, cuyos contenidos no invitan a guerras, pero sí a hacer las cosas distintas para que el cubano busque un sentido a su vida y a la dignidad extraviada. Escribo libros que ayudan a desprogramarse y para que Cristo regrese a los hogares. Escribo libros que invitan a construir hogares porque no es lo mismo una casa que un hogar.

Quisiera con esto que algunos adquieran datos históricos., que los jóvenes lean sobre lo que fue Cuba… y que otros sepan que están jugando con peligrosas ideologías en México, incluso, dentro de los EE.UU. como si el pasado se empecinara en esperar a los exiliados.

Un abrazo a los que leyeron hasta aquí. De esta forma, me autorizo a homenajear al más grande. Deseo a todo el que sienta lo que significan las navidades, una Nochebuena verdaderamente buena, y a los que no lo sienten y que ven esto como un motivo para fiesta, también deseo una buena noche y que los reyes les traigan libros que ayuden a dejar de jugar con “fuego”.


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