miércoles, 30 de agosto de 2017

Epitafio para una historia no profetizada. Luis Pérez de Castro

Publicado en Cuba Encuentro el 29 de agosto de 2017.
Escrito por Luis Pérez de Castro.

¿Puede una fecha, 25 de noviembre de 2016, cambiar la vida de muchas personas no solo en Cuba, también en los Estados Unidos y el resto del mundo?, ¿o es solo un pretexto del autor para entretejer una historia que no por lejana aún hinca sobremanera la piel del cubano? Entre estos niveles de realidad discurre la novela Epitafio para un sueño, de Carlos A. Dueñas Aguado, publicada por la Editorial CAAW Ediciones, Miami, EEUU, 2017. Novela que ofrece, a través de Juan José Vega, Pepe, su esposa y un grupo de amigos que interactúan en las distintas historias que conforman la trama, y con un alto lenguaje reflexivo, la parte más descarnada de la vida de los cubanos desde los primeros días de enero de 1959, pasando por los oscuros años 90 —Período Especial—, hasta la actualidad.
«Estoy viviendo en un mundo de mentiras. Mentiras que subyugan el pensar. Mentiras que desgarran el sentir. Mentiras que niegan libertades. Esas diabólicas mentiras inventadas en su mundo de fantasía, de sueños de poder, de tácticas con mañas. Camino solo hacia el acantilado. Allí están todos mis recuerdos (…) Ahí está también mi entrega, mis tiempos, esos que me quitó en estado catatónico (…) Llego al acantilado. Miro todo lo que desperdicié de mi vida. Es momento de decir adiós. De enfilar el rumbo hacia una nueva vida. De olvidar por siempre esta pesadilla. Hoy es 13 de agosto de 1994. Me subo al barco y emprendo rumbo hacia otras tierras del mundo. Adiós Cuba. Me despido de ti y no regreso hasta que no seas completamente libre, y por si muero, te dejo mi Epitafio».
Personas comunes que cuestionan el presente a partir del dramático cuestionamiento de su pasado; la «pérdida» de la inocencia, la mutilación de un sueño, la expropiación de cuánto le dijeron le pertenecía, la inevitable persecución por una sexualidad no manifestada o por la simple elección de pensar distinto y escuchar otra música allende los mares; personas que intentan sobrevivir en paz, según los preceptos dictaminados por Dios, pero en un ambiente para ellos de hostilidad y desamparo.
«Fidel, pese a las advertencias de los expertos, se empeñó en hacer una zafra de diez millones de toneladas de azúcar. ¿Y qué pasó? ¡Ni cojones, Pepe! Terminó arruinando al país más de lo que estaba en los años 70, y me voy más atrás, desde el 59 está al frente de un gobierno que lo único que ha logrado es convertir en un desastre las producciones ganaderas, de café, de cacao, y ha desaparecido de la mesa de los cubanos la carne de res, el pescado, la langosta y los camarones, y hasta vegetales que se pueden sembrar en cualquier lugar y en cualquier época. Fidel nos impuso un sistema económico que, según él mismo declaró a un periodista norteamericano, jamás ha funcionado. ¿Crees que esto sea justo para un pueblo?».
Aquí, el pasado nos acecha tanto como el presente; sigue siendo el leitmotiv para lograr entretejer toda una trama que un día nos acompañó y hoy, inobjetablemente, nos sigue acompañando, solo que amparado por un discurso que constantemente llama al exterminio, a otra persecución que nada se diferencia a la ocurrida en la década del 70 bajo las riendas del tristemente célebre Luis Pavón.
En Epitafio para un sueño, Carlos se plantea una historia, no importa cuán lejana pueda estar, y la desarrolla con los elementos propios de su oficio: el lenguaje. Cada historia, para él, no es más que la restauración de aquellos sueños por los que siempre luchó y los recrea, con un discurso directo y alejado de sutilezas, de manera fascinante, sin tener en cuenta los peligros que estos puedan reflejar, lográndolo con destreza de estilo y eficacia técnica.
El que necesite una novela de búsqueda, no le recomiendo esta. El que necesite una novela reflexiva y de interrogaciones, es esta la perfecta. Pepe, su esposa y amigos no solo nos hacen reflexionar y nos interrogan, también nos dan las respuestas para no perdernos en el laberinto, para decirlo de algún modo, de sus desgarradoras historias y salir ileso de las heridas que aún no han cicatrizado.
«Pepe recorrió su vista por todos los rincones del patio de la prisión. Nada hermoso meritaba detener sus ojos para calmarse. Empezó a caminar y Ana María lo siguió. En su camino encontró un pedazo de periódico, nunca había visto un periódico que no fuera de Cuba, así que lo tomó y leyó con mucha atención, un recuadro que contenía una frase de Sigmund Freud: «Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo».
En ella, los protagonistas y los hechos que estos hacen, se preguntan y al mismo tiempo nos cuestiona, nos hace reflexionar sobre los valores que debe habitar al hombre, sobre el respeto al criterio ajeno y a la libre determinación que tiene cada cual en elegir su modo de vida y de pensamiento más factible a su entorno, y también, por qué no, el sistema o país donde quiera afianzar su espíritu de hombre constructor, sin imposiciones ni otro tipo de aberración, muy de moda por estos tiempos. Por eso, las distintas historias que estructuran esta novela, más que historias de vida, son narraciones que ilustran, por medio de la acumulación de experiencias, el mapa de un país y las distintas generaciones que dentro de él conviven. Son estas historias una reflexión desgarradora del existir.
«Era inadmisible olvidar y evitar comparaciones. Cada acto, cada acción y cada logro del presente, inevitablemente, lo llevaban al pasado, como si este le restregara en el rostro todo lo que había carecido y padecido en Cuba, pero, al mismo tiempo, era la recompensa por haber salido, como si todo lo malo hubiera valido la pena».
He aquí, amigos, un pasado que alude a un espacio que se sitúa más allá de nosotros como individuo, de los recuerdos que no solo aparecen, sino que cantan en sus páginas a través de sus personajes, hombres y mujeres comunes, alejados de todo misticismo y con la nostalgia de su idílico país sobre las espaldas.
Háganlo suyo, no más.

martes, 22 de agosto de 2017

EL BIG BANG.


De haberme dado cuenta a tiempo, mi vida no se hubiera convertido en un autentico Big Bang. Sí, así fue y así ocurrió. Una big explosión en un punto en donde antes no existía nada más que la ausencia. No había ni tiempo, ni espacio, ni luz, ni aire. Créanme yo estuve allí, antes, durante y después de que ocurrió el Big Bang. En el núcleo. Yo era el centro del universo. Una nada absoluta, de la cual salió un estrepitoso ruido y justo ahí, empezó a correr el tiempo y ese punto obscuro se tornó blanco, denso, brillante, a una temperatura incalculablemente alta, y comenzó a expandirse en el espacio. Les juro que tuve una sensación muy extraña.
Sin saber cómo, empecé a estirarme como una varilla. Mis ojos se agruparon al centro de mi rostro convirtiéndose en uno solo. Mis piernas se fundieron y tomaron forma de punta. Parecía una aguja que surcaba el espacio recién nacido, el cual comenzaba a tornarse contradictorio. En donde no había nada, ahora aparecía cuanta cosa rara pudiera existir, provocándome efectos nunca experimentados.
Artefactos de cinco puntas fluían en todas direcciones dejando una estela de vapor a su paso y produciendo un agujero obscuro y tenebroso en el punto del cual nacían. Sí, agujeros negros desde donde emanaban cantidades abismales de energía, estirando el tiempo y paradójicamente acortándome la vida.
Grandes esferas multicolores envueltas en una manta lechosa se desprendieron del antiguo punto que a cada segundo, seguía creciendo de igual manera a como se infla un globo. Me dieron deseos de pincharlas, pero iban a más velocidad que yo. Hasta ahí, parecía que todo iba bien. Yo viajaba en línea recta, sin rumbo, sin metas y sin chocar, aunque ya el ruido que provenía de cualquier lugar me resultaba insoportable. El silbido del viento que fluía en sentido contrario y superaba el umbral de lo supersónico.
Sentí mucha confusión mientras me expandía. Perdí el sueño, me torné ansioso y una paranoia total se apoderó de mí. Mis músculos se volvieron tensos, apreté los dientes, sentí mareos, mi vista se nublaba por momentos y mis ojos se movían aceleradamente. Mi corazón latía a ritmos nunca vistos y un océano de escalofríos fluía en lo que antes era un cuerpo normal. Aceleré para ver si esto me hacía sentir mejor, pero mientras más aumentaba mi velocidad, más lenta corría mí vida.
Una segunda explosión—pero esta vez dentro de mi organismo—me hizo temblar, ahora era de miedo. Sentí que mis fuerzas se perdían. Sólo distinguí un círculo borroso que muy a lo lejos se iluminaba por momentos. Era evidente que estaba entrando al túnel. Ese místico túnel que señala el límite entre la vida y la muerte. Perdí el conocimiento y pude percibir que todo en mi se apagó. Me movía por inercia y poco a poco toda mi energía se fue disipando hasta que me detuve.
Pasé largas horas en ese estado, hasta que el tiempo volvió a fluir a ritmos normales y la aguja—en la que me había convertido—ahora servía para cocer mis heridas. Heridas del alma. Heridas que no sanan fácilmente.
Mi big explosión ocurrió justamente aquel día en que probé el éxtasis y lo adopté como algo sin lo cual no podía vivir. Y con ello, empecé a expandirme como lo hizo el universo. Por suerte me alcanzó el tiempo para colgarme de una oscilación de retroceso y volver al punto de partida. Fue un retorno que fue casi eterno, pero regresé. Hoy ya estoy recuperado, pero les juro que yo estuve allí cuando el ocurrió el Big Bang.

OCTUBRE 2006 © Derechos reservados. Revisado 2017.


domingo, 20 de agosto de 2017

El Facebook y la Cubanidad.


EL FACEBOOK Y LA CUBANIDAD.

El muro de Facebook es como una casa en Cuba. La puerta entreabierta con el gancho puesto para que todos los vecinos puedan entrar. Una vez adentro se mira todo con vista giratoria de 360 grados,  se analiza todo como lo hiciera en su tiempo el gran detective de lupa y cachimba culminando las pesquisas con un elocuente «Elemental Watson»

Todo se ve, nada se toca. Todo se infiere y se interpreta según sea el tamaño de la lupa del invitado y pobre de esa casa en la que no se encuentra lo que se esté buscando.
Cuando es un enemigo evidente, no hay cabida para la más remota posibilidad de impedir un comentario al más vil estilo de vecindad cubana y con ello seguimos viviendo en Cuba aunque estemos en el exilio. Unos más sinceros, otros más moderados, otros arraigados al extremismo de izquierda o de derecha pero sin perder una pizca de nuestra cubanidad. 

Recordemos cuando en la lejana Isla entraba el CDR o el sindicato a evaluar o vigilar lo que cada quien hacía, decía o pensaba.

Pongamos un ejemplo. Pepe escuchaba la WQAM a todo volumen. Y cuando se acababa una canción corría a bajar el radio para que no se escuchara a Charles Fernández decir que había un «Beatiful day in South Florida» o los cortos de noticias que irremediable ponían cinco minutos antes de la hora en punto. Pero si Pepe se había metido al baño a resolver un pequeño asunto que no podía postergarse, y no alcanzaba a bajar el volumen, se lo llevaba el mismísimo infierno.

Ya se imaginaran… «Pepe es un desafecto a la revolución porque escucha estaciones en inglés. Ese idioma que habla el enemigo de nuestra querida revolución… y ahí empezaba el viacrucis: el reporte del CDR al agente del G2, este lo elevaba al núcleo del PCC, y de ahí lo bajaban al sindicato y empezaba la máquina de moler carne a triturar a Pepe hasta que quedara hecho mierda y marcado de por vida.

El resultado es bien conocido: Pepe tendría muy pocas posibilidades de sobrevivir… o soportar como un hombre o tomar una lacha y lanzarse a la mar a merced de las corrientes o de la fauna marina. 

El Facebook es lo mismo. Si Pepe es demócrata, o declara abiertamente que es republicano o dice que simpatiza con Trump o que le gustaba la Hilary, empieza a activarse el CDR del cibersolar y la máquina trituradora de moler cualquier cosa —porque en el Facebook es distinto que en la Isla— aquí nadie tiene miedo porque ya somos libre de opinar y hasta de ofender si fuera el caso, pero no libre de respetar lo que otros piensan— Incluso los que no opinan por no salirse del closet, callan porque siguen viviendo con el mismo miedo con que vivían antes y con el síndrome de las post-salida al pensar que todavía los vigilan.

También en el Facebook se activan los mecanismos de espionajes y los que no piensan como el propietario del muro aplican el proceso de bloqueo (este no es económico) total y te declaran persona Nom Grata.

Al final, amigos, lectores y simpatizantes de mi forma de pensar, no hay nada más parecido a vivir en Cuba que tener una cuenta de Facebook. Un muro es como la puerta con el gancho puesto donde entra quien uno quiere que entre. Una vez adentro, tendrás que ser lo suficientemente inteligente para sobrevivir si quieres «pertenecer» o ser uno más que ve con tranquilidad los toros desde la barrera.


De cualquier manera no te salvaras del CDR, ni del sindicato, ni del núcleo, ni de esa maquinaria cubana que corre por nuestra sangre como parte de esa cubanidad innata que nos caracteriza.

martes, 8 de agosto de 2017

Si caminamos por la senda socialista, estamos condenados a escribir cada día el "Epitafio para un sueño" truncado

Hablemos un poco sobre Epitafio para un Sueño.



Cuando sales de Cuba y empiezas a conocer el capitalismo no puedes evitar las comparaciones entre el pasado y el presente. ¿Qué hacía en Cuba? ¿Qué tenía? ¿Cuánto ganaba? contra el ¿Qué hago ahora en México? ¿Qué tengo? ¿Cuánto gano solo por estudiar? La cabeza gira y los recuerdos salen todos a flor de piel. Si mal no recuerdo a finales del 96 ya tenía escrita como 200 páginas de anécdotas y recuerdos. Todos tenían algo en común: «Todas las historias que había escrito estaban llenas de tristeza». Fue una especie de catarsis ante tanta frustración e impotencia. Todo lo que nos fue negado gritar a viva voz, tomaba vida y conciencia. Todas aquellas «micro-conspiraciones» entre amigos y compañeros de trabajo empezaron a tomar forma.

En el año 97 me mandan a buscar de Cuba porque había surgido una ley que no podías estar más de dos años fuera y llegó el momento de hacer pública una decisión que había tomado desde la primera semana de estar en suelo mexicano. Mientras se pudiera gozar del privilegio de poder ir a Cuba a ver a mis hijas y a mis padres, había que mantener en silencio la decisión de quedarme. Y fue precisamente el silencio, mi mejor respuesta al que entonces era el decano de la facultad de ingeniería de la universidad de Cienfuegos.

Era evidente que no iba a matar mis sueños de ser libre cometiendo el error de regresarme y vivir en tanta falsa. Ahí surgió la idea del nombre de «Epitafio para un sueño». Después de haber vivido la muerte de tantos sueños, no podía dejar morir el que tenía en mis manos ni dejar morir todo lo que tenía escrito; Había entonces que escribir el epitafio de todos los sueños que nos habían truncado.

Muchos me preguntan si Epitafio para un sueño es un material autobiográfico. Mi respuesta siempre es un NO, aunque en realidad tiene muchas cosas que son parte de mi vida.

El año 1994 fue un año muy duro en mi vida. Ocurrió la muerte de mi padre (o mejor dicho el suicidio de mi padre) y unos meses después viví un divorcio que me pegó muy duro. Y creo que fue el punto de partida para elaborar la trama de esta historia y así describo a «Pepe el Salao». Un personaje que además de vivir su propio infierno tiene que sobrevivir al infierno que vivíamos en la Isla. Un ciudadano de a pie que se levanta cada mañana enfrentando el gran dilema de sobrevivir a cada día. Pepe pasa hambre, no tiene ropa que ponerse, no tiene jabón para bañarse ni pasta de diente para lavar su dentadura, no tiene café, y para colmo no tiene energía eléctrica porque en esa época el gobierno quitaba la luz hasta por 18 horas justificando que por culpa del embargo americano teníamos que vivir en lo que ellos llamaron «Periodo especial en tiempo de paz». Así vivía Pepe y el 95% de la población cubana. Y obviamente así vivía yo.

Y es en ese contexto que Pepe me representa, además que también tiene mi forma de pensar, de hablar y de comportarse ante la vida. Pero en Pepe están representados muchos cubanos. Esos cubanos que aman la libertad, que se cansaron de ser esclavos en su propia tierra, que se rebelaron ante tanta opresión y buscaron la única forma posible de hacer algo por sí mismo: Salirse de Cuba a como dé lugar.

Existe un segundo personaje que también me representa y justamente lleva mi nombre. Carlos, es mi otro yo. El que sale a estudiar y decide no regresarse. Es el que escribe la historia, es el que se enfrentó a todos los demonios que nacen cuando decides convertirte en un exiliado, en traidor a la patria, en una escoria, por el simple hecho de decidir donde es mejor para él su vida. Carlos es el que sufre las venganzas de un sistema que no solo te obliga a separarte de la familia, sino que además te impone y te castiga con leyes migratorias que solo están hechas para joder al cubano y arrancarlo de lo más valioso que existe para una ser humano; su familia. Y así se cumple el objetivo de todo sistema dictatorial: divide y vencerás. Hecha a pelearlos entre ellos, divide a las familias y niega la posibilidad a una hija de comunicarse con su padre, porque es un traidor.

Los demás personajes representan a todos mis amigos que tuvieron que salir en busca de la libertad y del sueño americano. Los que arriesgaron sus vidas en una lancha o en una balsa.  Los que sufrieron la opresión, la discriminación por sus preferencias sexuales, por sus preferencias religiosas o por el simple hecho de no pensar como quería el sistema que uno pensara.

Sobre el personaje Antagónico: Ana Bárbara.

Ana Bárbara es un personaje en el que se funden muchas historias. Tuve una vecina a la que vi crecer criada en el seno de una familia humilde y de una moral muy conservadora. Un día, cuando esa niña cumplió sus 18 años, sobre esa familia se nubló el cielo. Creo que cuando cuento el sufrimiento de Pepe porque su mujer lo dejó, cuento el sufrimiento de ese padre cuando se enteró que esa niña a la que vimos crecer se había metido a Jinetera.

Ves cómo viven el duelo y ves además como ese duelo se va convirtiendo en aceptación y más tarde en una complicidad. Ves cómo evoluciona el pensamiento y la niña que era criticada y juzgada ahora se convierte en el sostén de la familia. Al final te das cuenta que en esa época en Cuba (mucho menos hoy)  ni con principios ni con moral podías ir a comprar un kilo de carne al mercado. Hacía falta «el fula» y tenías que tener un medio para conseguirlo. Es triste ver como se prostituye una hija, pero también tienes que sobrevivir.

En Ana Bárbara también se representa a muchas amigas que por el día jugaban el papel de la estudiante abnegada que cumplía con todas las tareas de la escuela y por las noches se vestían de putas para buscarse unos pesos. En ese tiempo cobraban 40 dólares por unas horas. Esos 40 dólares no los ganaba yo en un año, sumando el salario de cada mes.

Sobre los demás personajes

Todos son amigos entrañables desde la niñez y la adolescencia. Esa juventud que marcó nuestras vidas.

A muchos lo vi irse en el 80, cuando los sucesos del Mariel. A muchos los vi salirse en una balsa después del «Maleconazo» en 1994. A muchos nunca más los vi pero siguen en mi memoria.

La historia de algunos de ellos está plasmada en Epitafio para un sueño.

Y por fin llegó el día.

Solo me hacía falta un acontecimiento para publicar Epitafio para un sueño y ese fue «La muerte de Fidel Castro». Creo que para todos los que nacimos con la revolución y para todo el exilio en general, hay un sueño latente y es el de poder ver antes de morirnos a una Cuba libre y democrática. Pero desgraciadamente no ha pasado y por lo que veo, todavía el pueblo cubano no quiere dejar de ser un pueblo esclavo. Entonces la muerte del tirano me dio ese hecho para que los personajes de Epitafio pudieran tener un motivo para cerrar esas heridas que en muchos seguían abiertas. Ese acontecimiento me ayudó a redondear la historia y me dio ese motivo de celebración que el cubano anhela.

¿Por qué deben leer Epitafio para un Sueño?

Esta historia no está escrita solamente para el exilio cubano. Desde que llegué a México hace 22 años siempre me ha dado mucha curiosidad el amor que se siente por la revolución cubana y sus líderes. Es evidente que ese amor es producto de una historia mal conocida. En México y en el mundo solo se conoce la historia que el sistema siempre contó a su manera.

En la novela hay justamente una mexicana que se mete a esa parte de la realidad que el gobierno nunca muestra al exterior. El día a día de un cubano. La convivencia entre cubanos. La parte mala de una estructura social diabólicamente creada por la maquinaria del gobierno. Y eso es lo que se encuentra Andrea en esta historia. No a un cubano que tiene miedo a decir la verdad y le cuenta a un turista verdades a medias. No a un cubano moldeado bajo los efectos de una triple moral, ese que habla de una forma, piensa de otra y actúa de manera muy distinta a como habla y como piensa. No se muestra a una Cuba de fantasía donde se representa al cubano como un eterno defensor de su gobierno. A eso me niego rotundamente al contar esta historia.

Esta es una historia que pretende mostrar la realidad de estos casi 60 años de dictadura desde la óptica realista de sus protagonistas para que el mundo conozca de una vez y por todas que el sistema socialista se ha basado en el engaño desde su surgimiento y que dejen de pensar que el socialismo es la solución a los problemas actuales que vive el mundo. Sé que es una idea muy ambiciosa y además difícil, pero si con esta novela contribuyo en algo a desvirtuar esa imagen, ya me doy por servido.

Esta es una historia que pretende mostrar la verdadera cara de la revolución cubana, de sus líderes y de sus fabricados mártires y que la juventud del mundo deje de idolatrar a la imagen de un Ché Guevara que fue en vida un despiadado asesino a quien no le temblaba el pulso para dar un tiro de gracia a un cadáver ya fusilado. Se necesita mucha cobardía para rematar a un muerto.

Y es triste ver como esa historia cubana se repite hoy en Venezuela y como en México se corre el riesgo de que el próximo año pueda ganar la presidencia un Andrés Manuel López Obrador, que por más que quiera representar lo contrario, está formado en esas ideas de la izquierda que solo pretende llegar al poder para implantar una dictadura proletaria. Esas dictaduras donde el que menos se beneficia es el proletariado y no tengo que explicar el por qué. Remitirse a 60 años de dictadura stalinista y leninista en las ya extintas repúblicas socialistas soviéticas, a casi 60 años de dictadura castrista en Cuba y más de una década de chavismo en Venezuela es más que suficiente.

Epitafio para un sueño es justamente esa enseñanza: Si caminamos por la senda socialista, estamos condenados a escribir cada día el epitafio de un sueño truncado. Por eso creo que es necesario leer esta novela.



domingo, 6 de agosto de 2017

EPITAFIO PARA UN SUEÑO



22 años después de salirse de Cuba en una lancha, Pepe el Salao escucha en las noticias televisivas un hecho que esperó por años: «Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy, 25 de noviembre del 2016, a las 10.29 horas de la noche falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz». La nueva lo transporta, inevitablemente, a su pasado en Cuba, especialmente a aquellos acontecimientos que lo obligaron a tomar la decisión de decir adiós definitivo a su patria para buscar tierras de libertad. Corría el año 1994 y marchaba un día normal, como otro cualquiera, en la vida de Pepe el Salao, quien era un hombre común que creía que su mala suerte era consecuencia de un padecimiento crónico o una especie de castigo divino que le habían dado al nacer. Realmente, Pepe no podía explicarse por qué todo lo malo siempre le ocurría a él: su padre se suicida lanzándose al vacío desde el quinto piso del hospital general de la ciudad, su esposa lo abandona por un chulo y decide ser jinetera buscando mejor vida, y el día que Pepe decide romper un celibato de casi dos años -donde solo estuvo acompañado por el alcohol y su forzada soledad- acostándose con una turista mexicana que conoce casualmente, la policía política de la isla comienza a acosarlo y es hasta despedido de su trabajo. Todos estos hechos, sumados a las carencias materiales de un duro Periodo Especial y la polémica situación político-social de la isla, arrinconan a Pepe en la desesperación obligándolo a elegir entre el orgullo y sus principios dentro de Cuba, o la libertad fuera de la isla. Epitafio para un sueño es una novela histórica inquietante que a través de la vida de Pepe el Salao narra una época y circunstancias que marcaron fuertemente la historia cubana. Con lenguaje coloquial y fuerte carácter testimonial, entre la realidad y la ficción se mueven los personajes de esta novela mientras van mostrando la situación real de un país que por momentos asemeja una gran prisión para sus habitantes, y fundamentalmente, para Pepe y sus amigos. Una trama repleta de amor, traición, odio, corrupción, misterio y, sobre todo, la lucha constante para sobrevivir dentro de un país que se desmorona. Epitafio para un sueño es, también, una cruda denuncia social y política de un régimen que desde enero de 1959 hace y deshace a su antojo en Cuba, un país donde nadie importa más que esa fauna de dirigentes comunistas que oprimen al pueblo y que trabajan para un régimen que, aunque ha pasado su fecha de caducidad, aún se mantiene en el poder. 

Carlos Alberto Dueñas Aguado regresa con esta, su segunda novela, con una pluma fuerte y crítica, aguda y sin tapujos, que muestra la destreza de un novel autor que puede transitar desde la novela erótica hasta la novela histórica con el talento del buen escritor.



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