EL BIG
BANG.
De haberme dado cuenta a tiempo, mi vida no se hubiera convertido en
un autentico Big Bang. Sí, así fue y así ocurrió. Una big explosión en un punto
en donde antes no existía nada más que la ausencia. No había ni tiempo, ni
espacio, ni luz, ni aire. Créanme yo estuve allí, antes, durante y después de
que ocurrió el Big Bang. En el núcleo. Yo era el centro del universo. Una nada
absoluta, de la cual salió un estrepitoso ruido y justo ahí, empezó a correr el
tiempo y ese punto obscuro se tornó blanco, denso, brillante, a una temperatura
incalculablemente alta, y comenzó a expandirse en el espacio. Les juro que tuve
una sensación muy extraña.
Sin saber cómo, empecé a estirarme como una varilla. Mis ojos se
agruparon al centro de mi rostro convirtiéndose en uno solo. Mis piernas se
fundieron y tomaron forma de punta. Parecía una aguja que surcaba el espacio
recién nacido, el cual comenzaba a tornarse contradictorio. En donde no había
nada, ahora aparecía cuanta cosa rara pudiera existir, provocándome efectos
nunca experimentados.
Artefactos de cinco puntas fluían en todas direcciones dejando una
estela de vapor a su paso y produciendo un agujero obscuro y tenebroso en el
punto del cual nacían. Sí, agujeros negros desde donde emanaban cantidades
abismales de energía, estirando el tiempo y paradójicamente acortándome la vida.
Grandes esferas multicolores envueltas en una manta lechosa se
desprendieron del antiguo punto que a cada segundo, seguía creciendo de igual
manera a como se infla un globo. Me dieron deseos de pincharlas, pero iban a
más velocidad que yo. Hasta ahí, parecía que todo iba bien. Yo viajaba en línea
recta, sin rumbo, sin metas y sin chocar, aunque ya el ruido que provenía de
cualquier lugar me resultaba insoportable. El silbido del viento que fluía en
sentido contrario y superaba el umbral de lo supersónico.
Sentí mucha confusión mientras me expandía. Perdí el sueño, me torné
ansioso y una paranoia total se apoderó de mí. Mis músculos se volvieron
tensos, apreté los dientes, sentí mareos, mi vista se nublaba por momentos y
mis ojos se movían aceleradamente. Mi corazón latía a ritmos nunca vistos y un océano
de escalofríos fluía en lo que antes era un cuerpo normal. Aceleré para ver si
esto me hacía sentir mejor, pero mientras más aumentaba mi velocidad, más lenta
corría mí vida.
Una segunda explosión—pero esta vez dentro de mi organismo—me hizo temblar,
ahora era de miedo. Sentí que mis fuerzas se perdían. Sólo distinguí un círculo
borroso que muy a lo lejos se iluminaba por momentos. Era evidente que estaba
entrando al túnel. Ese místico túnel que señala el límite entre la vida y la muerte. Perdí el
conocimiento y pude percibir que todo en mi se apagó. Me movía por inercia y
poco a poco toda mi energía se fue disipando hasta que me detuve.
Pasé largas horas en ese estado, hasta que el tiempo volvió a fluir a
ritmos normales y la aguja—en la que me había convertido—ahora servía para
cocer mis heridas. Heridas del alma. Heridas que no sanan fácilmente.
Mi big explosión ocurrió justamente aquel día en que probé el éxtasis y lo adopté como algo sin lo cual
no podía vivir. Y con ello, empecé a expandirme como lo hizo el universo. Por
suerte me alcanzó el tiempo para colgarme de una oscilación de retroceso y volver
al punto de partida. Fue un retorno que fue casi eterno, pero regresé. Hoy ya
estoy recuperado, pero les juro que yo estuve allí cuando el ocurrió el Big
Bang.
OCTUBRE 2006 © Derechos
reservados. Revisado 2017.
Texto interesante. Ayudado o no por éxtasis o sentido onírico.
ResponderBorrarUn saludo
gracias!!!!!!!!!!!!
Borrartotalmente onírico
abrazos
¡Qué vértigo!
ResponderBorrarUn abrazo.
está muy galáctico
BorrarUn abrazo
Mucha suerte y éxito Carlos Alberto, y que todo vaya bien.
ResponderBorrarAbrazo.
Rafita qué gusto verte... vi que andabas por el Norte revuelto y brutal... gracias
BorrarAbrazos