martes, 5 de noviembre de 2019

Entrevista de Ángel Velázquez a Carlos Alberto. 2018

Entrevista de Ángel Velázquez a Carlos Alberto.


Leyendo la edición CAAW sobre la novela Epitafio para un sueño, segunda novela publicada por  Carlos Alberto, no puedo pasar por alto sentarnos a la distancia y hacer una entrevista a propósito de la historia y de su autor. Un Físico, graduado del ISP Feliz Varela en Villa Clara, Cuba y devenido en escritor y agente inmobiliario.

Ángel Velázquez (AV): Tuve el gusto de leer tu novela. Sin dudas se trata de una narrativa juiciosa, elegante y penetrante. En ella me encontré a tres personajes que me llamaron mucho la atención. Empecemos por el protagonista: ¿Quién es Pepe el Salao?

Carlos Alberto (CA): Pepe el Salao es un personaje de ficción que cuenta historias reales de muchos amigos y mías propias. Pepe es el cubano de a pie, “Salao” por la naturaleza del entorno vivido en Cuba, no solo en los años 90’s, tiempo en que se enmarca esta historia, sino desde los primeros años de la revolución. Es el cubano que empieza siendo manejado y un buen día descubre que ha sido engañado por años. Pepe es el cubano que depende de una guagua, de una bicicleta, el cubano que vive 18 horas de apagones y que cuando abre el refrigerador no encuentra lo que quiere comer, el cubano que sobrevive en un sistema que lo ha perdido todo, hasta la credibilidad. Pepe es el cubano que no puede irse de vacaciones a un hotel nacional porque solo son para turistas extranjeros. Pepe el cubano que estudió una carrera universitaria y una vez que se gradúa tiene que trabajar en lo que el gobierno quiera y no donde él se sienta satisfecho. Pepe es el cubano que vio a una hermana, a una amiga o incluso a su propia mujer, tener que meterse a jinetera para conseguir unos dólares y tener una vida un poco diferente. Pepe es el cubano que ganaba en moneda nacional y tenía que comprar en dólares. Pepe es todo aquel que se identifique en este personaje, incluyéndome por supuesto a mí.

AV: El segundo personaje es la voz que nos guía a lo largo de toda la novela. ¿Quién es Carlos?

CA: Carlos, es mi otro yo. Es el que sale a estudiar y decide no regresarse. Es el que escribe la historia, es el que se enfrentó a todos los demonios que nacen cuando decides convertirte en un exiliado, el que se convierte en unos minutos en traidor a la patria, en una escoria, por el hecho de decidir donde es mejor para él su vida. Carlos es el que sufre las venganzas de un sistema que no solo te obliga a separarte de la familia, sino que además te impone y te castiga con leyes migratorias que solo están hechas para reprimir al cubano y arrancarlo de lo más valioso que existe para una ser humano; su familia. Y así se cumple el objetivo de todo sistema dictatorial: divide y vencerás.

AV: Y el tercer personaje es el antagónico, por llamarlo de alguna manera. ¿Quién es Ana Bárbara?

CA: Ana Bárbara es un personaje en el que se funden muchas historias. Tuve una vecina a la que vi crecer criada en el seno de una familia humilde y de una moral muy conservadora. Un día, cuando esa niña cumplió sus 18 años, sobre esa familia se nubló el cielo. Creo que cuando cuento el sufrimiento de Pepe porque su mujer lo dejó, cuento el sufrimiento de ese padre cuando se enteró que esa niña a la que vimos crecer se había metido a Jinetera.
Ves cómo viven el duelo y ves además como ese duelo se va convirtiendo en aceptación y más tarde en una complicidad. Ves cómo evoluciona el pensamiento y la niña que era criticada y juzgada ahora se convierte en el sostén de la familia. Al final te das cuenta que en esa época en Cuba (mucho menos hoy)  ni con principios ni con moral podías ir a comprar un kilo de carne al mercado. Hacía falta «el fula» y tenías que tener un medio para conseguirlo. Es triste ver como se prostituye una hija, pero también tienes que sobrevivir.
En Ana Bárbara también se representa a muchas amigas que por el día jugaban el papel de la estudiante abnegada que cumplía con todas las tareas de la escuela y por las noches se vestían de putas para buscarse unos pesos. En ese tiempo cobraban 40 dólares por unas horas. Esos 40 dólares no los ganaba yo en un año, sumando el salario de cada mes.

AV: Me gustaría saber un poco de ti. ¿Quién es Carlos Alberto?

CA: Un tipo cualquiera que siempre ha dicho las cosas como las piensa y es por eso, que siempre lo he considerado mí mejor amigo, al que conocí un día de noviembre del año 58 y que siempre ha estado conmigo durante todos estos años.

AV: El ensueño del condicionamiento constituye para mí como lector, el pecado original de Epitafio para un sueño y médula espinal del impulso narrativo de la novela. Una historia en donde Pepe el Salao, narra con lujo de detalles desde una perspectiva crítica, la formación y evolución del castrismo en Cuba hasta nuestros días. Con pluma ágil y clara, tú desmenuzas cómo y con cuantas mentiras, los castristas, se apoderaron de la nación cubana y la sometieron a los designios macabros de la dictadura comunista. ¿Cuándo dejaste de creer en ese sistema?

CA: Como la gran mayoría de mi generación, dejamos de creer en la revolución cuando sentimos coaccionada nuestra libertad. Fuimos jóvenes formados en la revolución, pero fuimos jóvenes pensantes y rebeldes.
Cuando te das cuenta que no puedes ser porque no te dejan ser, empiezas a cuestionar muchas cosas.
Creo que por respeto a mi padre y por no sumarle un sufrimiento más a las muchas discusiones que tuvimos por cuenta de su revolución, fui un poco más prudente. Pero cuando vives en carne propia que esa revolución que mi padre tanto defendió y para la que vivió fue la misma que lo orilló a quitarse la vida, entonces te conviertes en una víctima de ese sistema.
Ese año que mi padre se quitó la vida, le declaré la guerra a su revolución.

AV: ¿Cómo y cuándo llegaste a México?

CA: Llegué a México en agosto del 95. Vine a estudiar un doctorado a la UNAM y aquí me quedé. Este país me abrió sus puertas a un mundo de posibilidades y le estaré eternamente agradecido y desde el mismo primer día que puse un pie en México, supe que jamás regresaría a Cuba.

AV: ¿Nunca has pensado venir a vivir a Miami?

CA: Por pensar no se paga. Lo he pensado muchas veces, pero cuando formas una familia y cuando tienes un negocio propio, ya piensas más en el hecho de empezar de cero en otro lugar. Miami, me fascina y al mismo tiempo me da miedo porque Miami tiene la peculiaridad que cuando llegas y la vives, nadie se quiere ir de Miami.
Allá tengo a mis mejores amigos, con los que crecí, con los que estudié, con los que pasé los mejores momentos de mi adolescencia. Pero ya es un poco tarde y no se tiene la juventud necesaria para empezar desde cero a rehacer una vida. Tal vez Miami sea parte de mi jubilación, cuando decida no trabajar más y dedicarme solo a la escritura. Pero creo que para eso todavía falta un poco de tiempo.

AV: Volviendo a la novela Epitafio para un sueño, he podido constatar que es un hábil testimonio que reflexiona sobre los mecanismos dictatoriales y comunistas, la manera de como desterraron de Cuba el derecho a la expresión pública, estableciendo la censura ideológica en todas las esferas de la vida cubana. Escrita retrospectivamente, haciendo uso de la memoria y la experiencia individual, Pepe se expresa a través de su personaje. ¿Por qué decidiste comenzar la novela justamente un 26 de noviembre del 2016 a las 12:05 a.m.?

CA: Se dieron muchos factores para comenzar con esa retrospectiva y empezar en el presente e ir navegando a través de la historia vivida. Yo había estado en Miami en noviembre del 2016 para presentar mi primera novela llamada 2x2 no siempre es 4. Había vivido una experiencia verdaderamente inolvidable al rencontrarme con amigos que hacía más de 30 años no veía. Amigos que fueron parte de toda mi adolescencia y un poco más. Esa fue la primera razón.
La segunda causa fue que a esa misma hora en la que empieza la novela, recibí una llamada telefónica desde Miami. Un gran amigo me despertaba para darme la noticia que había muerto Fidel.
Ese fue el colofón para darle esa forma a Epitafio para un sueño. Traté de regalarme el sueño de celebrar con todos ellos que ya había muerto, aunque no de la forma que muchos hubiéramos queríamos, el hombre que nos causó tantos sufrimientos. Y con ese hecho, cerré el círculo para redondear la historia. Y así salió Epitafio para un sueño.

AV: ¿Por qué escoges el año 94 como el tiempo en que se desarrolla la historia?

CA: El año 94 fue un año duro en mi vida y en la de los cubanos. En ese año viví un divorcio y lo asocié con el drama que vivía Pepe el Salao en la novela, a quien su mujer lo había dejado para meterse a jinetera. Pepe se pierde en el sufrimiento de ese amor y se entrega a la bebida y descuida por completo a su vida y su salud. Algo parecido viví en ese año. Sumado a que en el 94, como ya te conté, fue el suicidio de mi padre.
También en el 94 sucedieron los hechos del Maleconazo en La Habana y el hundimiento del remolcador 13 de Marzo. Sin lugar a dudas, ese año me marcó muy fuerte y es por eso que decidí inspirarme en esos tristes momentos.
 
AV: Como casi todo un historiador de las mentalidades, extraes de la historia transcurrida el lenguaje necesario para expresar, en la estructura narrativa de la novela, todo tipo de caracterización intrínseca al régimen totalitario: la falta de libertad, la angustia y la desesperanza en el porvenir. ¿Siempre te inspiras en la tristeza para escribir?
CA: No siempre. Aunque creo que la tristeza es un buen punto de partida si quieres darle a una novela los ingredientes necesarios para formar una buena trama. Y en el caso específico de esta historia; la falta de libertad, la angustia y la desesperanza han formado a los largo de estos 59 años de revolución, un factor común en los cubanos. Son parte de nuestra vida. Creo que todos los que tuvimos la suerte de escapar de Cuba, llevamos en nuestro ADN a esos tres elementos que nos acompañaron durante nuestra vida en Cuba, e incluso estando fuera nos tocan, porque dejamos a nuestra gente atrás, a nuestros hijos, a nuestros padres, y mientras ellos no salgan, te acompañan en tu ya libre andar. Es muy difícil para un exiliado, desprenderse totalmente de ese pasado. Es una carga que llevamos en nuestras espaldas.

AV: Hay una frase que usas en la novela que en lo particular me gustó mucho: “Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo” Aquí se me ocurren dos preguntas: ¿Lo has experimentado en tu vida personal? y ¿Por qué lo usas en la novela?

CA: Claro que lo he experimentado. Mientras viví en Cuba lo tuve que hacer. Fingir que eras feliz y para eso tenías que hacerte el idiota. De hecho hay un fragmento de una conversación entre Pepe y Pedro, un médico de la familia que vive totalmente frustrado, donde se ilustra un claro ejemplo de esta frase:
“Vivimos en un país donde, para sobrevivir, hay que estar siempre fingiendo. Yo vivo fingiendo, diciendo cosas que ni yo mismo creo, pero que es necesario que se oigan. Todos fingen y así nos pasamos la vida, para que el sistema y su camarilla de chivatos crean que somos uno más de los suyos. Si no fingimos, no sobrevivimos. Ya viste por todo lo que pasó mi hermano por decir lo que pensaba. Pero te juro, Pepe, que ya estoy cansado de fingir que me siento el mejor médico del mundo en este consultorio de mierda, cuando hubiese querido especializarme en medicina interna y por capricho de tu presidente tengo que esperar a terminar esta especialidad de médico integral de familia. Finjo que soy feliz cuando tengo guardia en el hospital y me meto 24 horas trabajando, y cuando termino la guardia y llego aquí, tengo diez pacientes esperándome sin que me permitan dormir, al menos, un par de horas. A todos les muestro una sonrisa, cuando en realidad vengo que no puedo ni con mi vida. Pero tienes que fingir. Yo finjo, tú finges, todos fingimos. Hasta los dirigentes fingen. Por eso yo, ¡ya me cansé!”
Y claro, mientras finjamos y no seamos cómplices de esa dictadura, todo es entendible. El cubano de adentro no tiene muchas opciones, más que caer en la terrorífica máquina de moler carne que usa la dictadura.
En cuanto a la segunda pregunta no puedo darte muchos detalles porque sería revelar un poco el desenlace de la historia, pero Pepe tiene que hacer uso de esa frase y fingir que ha perdonado a la mujer que le destrozó la vida. Y es ahí donde juego un poco con ese eterno rencor que hemos vivido los cubanos, durante todos estos años de dictadura en la Isla. Esa ridícula formula que ha usado el gobierno de dividir a los cubanos en dos bandos. Los buenos y los malos. Los revolucionarios y la gusanera. Los hijos de revolución y la mafia de Miami. Cosa que también hemos aplicado nosotros en el exilio. Y ahí es cuando viene el gran dilema para Pepe. ¿En qué bando estoy ahora? Y esa encrucijada en la historia, nos lleva sin dudas a la reflexión en términos del perdón. ¿Algún día podremos perdonar todo el daño que nos han hecho? Y ahí se queda abierto un poco el final de la novela para poder dar entrada a la segunda parte de esta historia.

AV: Entonces ¿habrá otra parte de Epitafio para un sueño?

CA: De hecho ya está escrita. Esta novela se mueve entre el año 2017 y el año 1994, pero queda un hueco en ese lapso de tiempo en el que no se sabe cómo vivieron esos personajes que logran huir de Cuba y como estando ya en exilio, siguen siendo víctimas de esa dictadura.

AV: Una pregunta obligada. Ya pasó un año de la muerte de Fidel y en Cuba nada parece moverse. ¿Vislumbras algún cambio importante para los cubanos a corto plazo?

CA: A veces odio mucho ser fatalista y no creer que las cosas puedan cambiar en la isla, pero ellos mismos nos llevan a seguir dudando que mientras los Castros sigan en el poder o cualquiera que llegue que sea un títere del castrismo, en Cuba, como dice la canción, el cuartito estará igualito.

AV: ¿Dos escritores cubanos que hayan sido un referente para ti?

CA: Eliseo Alberto (Lichy) y Reinaldo Arenas. A este último hago un pequeño homenaje en Epitafio. Al comienzo de cada capítulo coloco uno de sus poemas. Creo que Reinaldo Arenas fue uno de los primeros “Pepe el Salao” de los tantos que hemos existido en la isla.

AV: ¿Un escritor no cubano?

CA: John Katzenbach.
AV: ¿Escribes poesía?

CA: No puedo llamar poesía a lo que escribo por respeto al género y a los poetas. Le he escrito muchas a mi esposa pero sin técnica, solo con sentimientos. Son poemas que han surgidos entre ayes y gemidos.

AV: ¿Cómo defines el  termino Cubanidad?

CA: Es la esencia o la individualidad dentro de lo universal. Es lo que nos diferencia del resto del mundo incluso no estando en Cuba. Es la comida, es el bolero, es el son cubano. Es el amor a la bandera y a la patria, es el sentirse cubano donde quiera que uno esté.
Es también odiar a quien oprime y roba nuestra libertad.
Es el vibrar cuando ves el éxito de un cubano. Es en esencia, la calidad de esa cultura que nos distingue y la hace peculiar.
La cubanidad está también en nuestro café negro, en nuestro tabaco, en el guarapo. En el sol y en nuestras playas, es por último el exilio lleno de añoranzas.

AV: Por último, ¿Algún agradecimiento especial?

CA: No podría cometer el pecado de dejar de mencionar a personas importantes en este andar literario.
Primero a un gran amigo, Denis Fortún, sin él no hubiera conocido a Yovana Martínez que creyó en mí como escritor. Gracias a ella empezamos a darnos a conocer y el resultado ya es notable. Ella me abrió las puertas que nadie, ni notables escritores del exilio, habían querido abrirme.
Quiero agradecer a todos los amigos que son parte de esta historia de Epitafio y se convirtieron en personajes entrañables de la novela. Jacobo, Rey, el Yankee, Orbe el flaco, que aunque aparecen con otros nombres, sus vivencias bajo el yugo de la tiranía son parte esencial de la trama.
Quiero agradecer en todos los que han creído en mí, en especial a mi más ferviente fan; mi esposa. Cuando ves a Gaby emocionarse y derramar una lagrima o una sonrisa mientras lee mis escritos, me da la seguridad  necesaria para creer en lo que hago y que a otras personas le puede estar pasando lo mismo mientras me leen. Es algo maravilloso.
Quiero agradecerte a ti Ángel Velázquez, que también has creído en mí y has invertido un espacio de tu gran agenda de trabajo para hacerme estas preguntas y para escribir una reseña de Epitafio para un sueño en tu más reciente publicación de Reseñas. Te deseo todo el éxito del mundo en la 1ra Convención de la Cubanidad. Tienes un gran equipo y han trabajado mucho para lograr este sueño del cual no escribiremos epitafios, sino historias que harán historias.

miércoles, 24 de abril de 2019

Cuba será socialista hasta que Fidel Castro resucite...



En una pregunta que Pepe el Salo hiciera al canciller cubano en un intento de entrevista este respondió: 

Pepe El Salao: ¿Ministro, no cree que sea la hora de eliminar el socialismo de una vez en Cuba?

Ministro: Mira Pepe, el Gobierno no renunciará al socialismo a pesar de las sanciones impuestas contra la isla por Donald Trump ni a pesar de llevar 60 comiendo mierda esperando a ver si esto da resultado o no… hemos decidido seguir construyendo el socialismo, porque cómo le explicas al pueblo sabio y conocedor que después de tanto tiempo perdido esto no funciona ni sirve pa’un carajo. 

Es muy duro, pero es nuestra realidad. Y te soy sincero Pepe, lo mismo va a pasar con los inventos de Guillermo Garcia Frias con sus avestruces y las jutías. Si no hay comida para el pueblo, de donde carajo vas a sacar comida para alimentar a esos animales que comen como puercos… todavía al pueblo le dices: Hay que resistir porque para atrás ni pa coger impulso… pero ¿cómo se lo explicas a un avestruz…? yo espero que Trump le suspenda hasta los celulares caros... a ver si así luchan por este pais y se dejan de comer tanta pinga... porque si no voy a verte dentro de 60 años más entrevistando al que sea canciller y de seguro tan bien vestido como yo…

Pepe no lo dejó terminar y se paró y se fue pa’l carajo. 

viernes, 19 de abril de 2019

MEMORIAS DE UN CANALLA. Parte 2.



2
En un lugar de la Sierra Maestra.
Abril de 1958

…La noche se sentía fresca. Los grillos y algunos otros insectos característicos de la zona, armonizaban junto a nuestros pasos y hacían de nuestro andar algo más placentero.  El guía me ha venido describiendo todo con una perfecta exactitud. Era un territorio defendido por Huber. Tenía mucho interés de calar a fondo quien era este hombre en realidad. Celia me habla muy bien de él, pero en el fondo, no puedo explicar lo que me pasa... 
Llegamos muy cansados y después de los saludos me dirigí a donde me indicaron sería el bohío donde pasaría la noche. Celia me acompañó. Una vez a solas empezó a hablarme sin parar…
—Fidel, estoy muy orgullosa de ti. Sin dudas, el pueblo te ama. Estos hombres a los que comandas confían plenamente en ti. Eres la esperanza de todos estos ellos que ven en tus ideales un anhelo de vida. Estás en sus oraciones, en sus mañanas y en sus noches. Estás en toda la sierra, en sus cafetales, en las cosechas de maíz y frijol. Estás en el llano, en sus sembradíos, en cada puesta del sol. El pueblo habla en todas partes de ti. En un bar o junto al burro de un arriero. Estás en el rifle o pistola de cada campesino que hoy se ha convertido en soldado… Lo escribí anoche mientras te esperaba —dijo mientras cerraba su cuaderno.
—¿Crees que en realidad sientan todo eso por mí? —le pregunté—. No estarás exagerando por ese amor que sientes por mí y que ya no puedes ocultar. Hasta mi ayudante personal que casi tonto se ha dado cuenta.
—Pobre Renecito, lo tratas muy mal.
—Me saca de quicio Celia, es un estúpido.
—Sustitúyelo…  —me sugirió.
—No creo que haya otro que aguante lo que le digo y lo que le hago… déjalo ahí. Ya veré que hago más adelante cuando triunfemos y Batista se vaya de una vez —Hice una pausa y la miré fijamente a los ojos. Ella hizo lo mismo—. No me has contestado si en realidad crees que el pueblo me ame tanto como dices…
—Claro. Eso y más… Consulté a mis Orishas y me dijeron que te adoran. Además, no sé si sabías que los Orishas le dan a cada hombre una vida tan larga como la longitud que tenga el hilo más fino que se use para envolver su corazón. Y tú vas a vivir muchos años Fidel, porque tienes un corazón enorme Fidel.
—Ay Celia, tú y tus Orishas… Escuché que nada de eso existe. Ya déjate de tanto oscurantismo…
—¿Por qué crees que todo te está saliendo tan bien y al pie de la letra de cómo lo has planeado? Los Orishas te acompañan y te repito, tienes que creer en ellos Fidel…
—Celia, de verdad, por ahora no me interesan tus creencias en este momento. Las cosas están saliendo bien, porque están planeadas para que salgan bien. Detrás de toda esta lucha hay una mano muy poderosa, más fuerte que todos tus santos. Y lo verás. Muy pronto entraremos en Santiago. Y verás que no será gracias a ninguno de tus Orishas. Y recorreremos la isla entera hasta la Habana y seré el máximo líder, el único jefe, el comandante en jefe de todo un ejército, y me respetarán como a nadie se ha respetado en esta Isla. Por lo pronto, sigamos con este juego. Que todos se crean que esta lucha es real.
Celia no hizo caso a mi última frase y por el contrario soltó una bocanada de sus tantas adulaciones hacia mí. Era una pena que no la amara como ella decía amarme.
—Yo estaré siempre a tu lado para cuidarte y... —La interrumpí.
—Celia, llama a los muchachos porque quiero hablar con ellos antes de acostarme.
Nos reunimos en el pequeño portal del bohío. En total eran más de veinte. El último en llegar fue Huber. Me dirigí a todos para explicarles mis planes de cambiar la comandancia hacia La Plata. Al terminar, empecé mi ataque contra Huber que había perdonado a unos hombres, pasando por encima de mis órdenes. Debo reconocer que muy muy fuerte y ofensivo, pero tenía en mente dos objetivos: ver de qué calibre estaba hecho este guerrillero y demostrarle que el jefe era yo.
Creo que al final de mis palabras de reproche, el más sorprendido fui yo porque Huber no se quedó callado como lo hacían todos mis subordinados. Sin perder los estribos me contestó:
—Mire, comandante, yo he venido aquí a la Sierra a cumplir mis deberes de cubano y defender a la patria, pero quiero que sepa que ni de usted ni de nadie voy aceptar ni ofensas ni expresiones irrespetuosas. Y solo quiero que me diga… si esto va a ser siempre así, aquí tiene mi arma y me voy a sembrar Malanga para los rebeldes. Yo no estoy acostumbrado a que me insulten como suele hacer usted con sus oficiales —hizo una pausa como para evaluar mi reacción. Al ver que me quedé en silencio prosiguió sin perder la calma—. Aquí todos estamos por un mismo fin y creo que nos debemos respeto, porque solo así se mantienen las jerarquías.
Nadie en el tiempo que llevábamos en la Sierra me había contestado así. Iba a responderle, pero para mi sorpresa cuando Huber terminó su defensa, me dio la espalda y se marchó.
Les hice seña al resto de los hombres que ya podían retirarse y volví a quedarme a solas con Celia. Entramos al bohío y de inmediato me increpó.
—¿Por qué eres así con Huber? Es uno de nuestros mejores hombres.
—Ya mañana sabrá ese soquete quien soy… hay que tener muchos huevos para contestarme así delante de todos.
Celia tomó una pistola que acababa de poner sobre una mesa que estaba situada al centro del bohío y me pregunta:
—¿Fidel, ya has matado a alguien con esta pistola?
—Celia, ya te lo he dicho muchas veces que mi lucha revolucionaria es diferente. No somos asesinos. No vine a la Sierra a matar al pueblo de Cuba. Vinimos a esperar que Batista se vaya y tomar nosotros el poder para construir en nuestro país una verdadera democracia, sin dictaduras, sin totalitarismo, con todas las libertades… Créeme Celia seré el mejor presidente de la historia cubana.
—Sí. Estás hecho para eso. Lo puedo ver en tu ropa, tus gestos, tu manera de hablar y en tus ojos… pero esto es una guerra y tienes que cuidarte y tienes que estar resguardado... no lo olvides, esto es un guerra.
—Lo sé Celia, sé que esto es una guerra, pero también sé que ya queda menos. Pronto Cuba será libre de Batista.
—Por supuesto que será libre, pero no quiero que olvides que estamos en una guerra. Bajo fuego la gente no piensa en caras lindas. Viste como actuó Huber. Te contestó porque aunque apeló a su mente, los instintos son más fuertes —dijo Celia mientras se iba descorriendo su camisa verde olivo lentamente e iba dejando al descubierto uno de sus hombros para que los viera. Poco a poco quedó desnuda de la cintura para arriba —. Puedo imaginarlo… ¿Qué puede ser más excitante que sentir poder? ¿Qué puede ser más temible y excitante que sentir poder? —volvió a preguntarme mientras se descorría el pantalón y quedaba completamente desnuda.
—Ven, muéstrame cuan poderoso eres… muéstrame como un hombre puede hacer sentir a una mujer.
La contemplé por unos instantes quedando sin aliento ante tanta valentía de aquella mujer que para mí era solo una consejera espiritual. Me quité la chaqueta verde Olivo, luego la camisa, me senté en un taburete a desamarrarme las botas y por último me deshice del pantalón y salté sobre ella como un tigre se lanza sobre su presa. Celia me abrazó y de un salto se sentó sobre mis caderas al tiempo que me besaba apasionadamente. Sin pensarlo dos veces, la lancé sobre la cama de la habitación continua y con una mezcla de ternura y violencia nos fundimos en un momento de pasión del que muchos sospechaban que venía ocurriendo hacía mucho tiempo pero nadie se atrevía a preguntarme.
«Y aquí en la Sierra Maestra, en medio de las montañas, la oscuridad del poder guerrillero me muestra su oscuro poder desenfrenado y lo hace revoletear en las alas de un supuesto arcángel. Todo parece confabularse para que una gran variedad de posibilidades abran paso hacia una Cuba que parece en ruinas bajo el poder de una dictadura militar. Y sí, en Enero esa Cuba caerá y aullará con un grito de multitudes camino del despeñadero, donde él, su ángel salvador, mostrará benevolencia en su histriónica sonrisa y su demonio interior no les mostrará piedad». Así murmuraba Celia entre ayes y gemidos hasta soltar un estridente grito gutural que removió el bohío en medio de una Sierra que se  engalanó de lujuria.
—Eres un rufián —me susurró Celia con la respiración entrecortada.
—Solo soy un revolucionario al que has excitado y te ha hecho sexo con pasión.
—No fuiste nada tierno Fidel…
—Solo intenté hacerte feliz con los pocos medios de los que disponemos en este monte lejano e intricado bosque húmedo y sombrío.
—¿Esa será la forma en qué construyas a la nueva Cuba cuando tomes el poder?
—¿Por qué no? Me parece una manera perfecta. No se puede ser tierno con quienes gobiernas…
—¿Manera perfecta?
—Sí…, si al final se obtiene el mismo resultado ¿Qué importa la forma en que se haga?
—No entiendo…
—Celia, de la misma manera en que sin ser tierno has llegado a este maravillo orgasmo… —dije esbozando una sarcástica sonrisa.
—A lo mejor hubiese sido mayor de haber sido más tierno…
—Sí. Es posible.
—¿Uyyy!, creo que eres un poco engreído compañero revolucionario. Has seducido a una débil mujer, indefensa, delgada, sola... Esperas que de igual manera que todo un país te desee… y todas sus mujeres se rindan a tus pies
—No te seduje, te lanzaste sobre mí… y sí, eres una mujer débil, sola… eso es justamente lo que es un país, una débil mujer, indefensa… —Celia me interrumpió.
—¿Qué dices?
—Es fácil de entender Celia. Las masas tienen justamente una psicología femenina. Termina con a… Ma-sas… termina en «a» y por naturaleza las masas son pasivas. Ustedes las mujeres están hechas y concebidas para eso, para esperar que un hombre les de todo. Las masas son iguales, especialmente la cubana. ¿Cuánto tiempo lleva este país esperando un buen presidente? Y desde 1900 hasta hoy, hemos tenido nefastos presidentes que poco a poco han vendido a Cuba a los americanos. ¿Y las masas que han hecho? Nada, son como una mujer bien educada y sumisa. Nunca da por si sola el primer paso, pero cuando ven a un hombre galán, fuerte, hermoso…  se arrojan a sus brazos como lo has hecho tú ahora.
—Pero… ¿cómo puedes hablar así de las mujeres? ¿Y cómo puedes referirte así a un país al cual quieres hacer libre y feliz?
—Ni para las mujeres ni para mi país hablo con desprecio. Al contrario Celia, hay un claro entendimiento del material del cual están hecho las mujeres cubanas y las masas en Cuba. A ellas va todo mi amor y mi cariño.
—Deberías ver la cara que pones cuando hablas así. Eres un cabrón arrogante… Es desprecio lo único que estás transmitiendo. Debes tener mucho cuidado cuando lo hagas en público.
—Celia… Este pueblo que ha permitido que Batista haya estado dos veces en el poder y haya soportado su tiránica manera de gobernar merece todo el desprecio… Cuando llegué al poder sabrán lo que es bueno.
—¿Entonces por qué carajo estás aquí luchando por ese pueblo al que tanto desprecias?
—Porque así debe ser. Ahora quiero hacerles creer que los amo. Quiero ver a mi pueblo feliz y, que toda su gente pueda amar y ser amada, quiero ver a los niños crecer y que sean felices…, quiero ver a todas  las mujeres con una sonrisa como la que me mostraste hace un momento tras sentir ese orgasmo que te hice sentir. ¿Te imaginas Celia? Todo un pueblo vitoreándome, amándome, gritando Fidel, Fidel ¿Acaso tú no quieres lo mismo? Esa es mi intensión Celia.
—Pero si los tratas con violencia, dudo mucho que logres ese objetivo…
—Celia, ¿acaso no te he tratado con violencia y estás feliz?
—Si… —Me contestó mientras bajaba la cabeza.
—Y te sientes de maravilla aunque haya sido…
—Sí, me sentí como nunca…
—Así mismo se sentirá ese pueblo Celia… como si estuvieran en pleno orgasmo… les daré felicidad, educación gratis, salud gratis, bienestar social gratis, libros, escuelas. Los controlaré a todos, les restringiré todo, incluso la libertad, los oprimiré como si fuera su verdugo… y me amaran como tú lo estás haciendo ahora… No hay diferencias Celia. Masas, mujeres, pueblo, es lo mismo. Entre peor los trates, más miedo te tendrán y más te amarán.
Celia cerró los ojos y suspiró profundamente. Se dio cuenta que acababa de entregar su alma al diablo.


Dios también cerró sus ojos…
—No creo que hayas amado o sentido compasión alguna ni por Celia, ni por tu pueblo… —Exclamó Dios al tiempo que decía —: Tomemos un receso hasta mañana…

CONTINUARÁ...


jueves, 18 de abril de 2019

MEMORIAS DE UN CANALLA



1
10 minutos después de su muerte.
Noviembre 25 del 2016. 10:39 p.m.

—¿Dónde estoy? —gritó aquel hombre que aunque mostraba un rostro demacrado no podía ocultar el miedo a sentirse sin poder.
—¡Siéntate, Comandante...!
—¿Sentarme? ¿Quién eres tú para darme órdenes? —dijo en un tono arrogante —. El hecho de que tengas barba como yo, no te hace ser como yo.
—¡He dicho que te sientes! —dijo el supremo mostrando cierto estado de enojo.
—Pero, por lo menos dígame… ¿quién es y, dónde estoy?
—Te falta la palabra mágica que borraste del léxico de los cubanos…
—Por favor…
—Ya se oye mejor…, pero aun así, tu cinismo es vergonzoso. Además de que te atreves a desconocerme, intentas desafiar mis órdenes. No cambias y, no creo que lo hagas. Es mucha tu prepotencia como para aceptar lo que tengo que decirte. No estás en Cuba y aquí quien da las órdenes soy yo. Acabas de morir y has llegado a la antesala del cielo donde serás juzgado, aunque no sea como muchos quisieron, pero de la justicia divina no escapa nadie. Ni tú, que llegaste a creer que eras yo.
—… ¿Eres Dios?
Un examen visual saturado de una mezcla de curiosidad y rabia salió disparado hacia los ojos del todopoderoso. El dictador cubano por primera vez en su ya «no existencia», bajó la cabeza. Con su rostro delgado, demacrado, congestionado por la impotencia provocada al sentirse sin poder, la quijada desencajada y un visible temblor en los labios, el ex presidente de los consejos de Estados y de Ministros de la República de Cuba se dirigió al banquillo en el que tenía que sentarse todo recién llegado al Cielo para que el supremo evaluara su comportamiento en la tierra y saber si podía ir al paraíso o al infierno. Un triste banquillo rústico, diminuto y, por cierto, ubicado en el centro de un salón extraordinariamente bien ventilado por la brisa suave, acariciadora y generosa que corría sobre el enorme copo de blancas nubes que formaba el piso del salón.
—Eso que dices no es cierto. Yo todavía no he muerto.
—¿Te creen inmortal? —preguntó mientras desplegaba una gran pantalla, también blanca como el piso, sobre la cual proyecto una imágenes que venían desde la tierra.
Fidel pudo ver a su hermano Raúl dando un mensaje en la televisión:
«Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo, que hoy, 25 de noviembre del 2016, a las 10:29 horas de la noche falleció el comandante en jefe de la revolución cubana Fidel Castro Ruz».
—O sea que solo han pasado 10 minutos de mi muerte y ya tú me sientas en este diminuto banco para juzgarme.
—Alégrate que soy yo, Fidel. Tú fusilaste a muchos sin ni tan siquiera juzgarlos. Yo, por el contrario, analizaré contigo cada uno de tus actos… Sé de antemano que irás directo al infierno, pero no podemos omitir este juicio divino, para que a todos los que engañaste, sepan de una vez por toda, quien era en realidad Fidel Castro y cuál fue su misión en el planeta Tierra.
A una señal de Dios, el cielo se colmó de estrellas, y la oscura noche se llenó de una intensa luz iluminando el ambiente, inundándolo de paz, de una nítida paz que el tirano no pudo percibir por no conocerla. Mientras contemplaba en silencio la forma circular del espacio asignado para su juicio final, Fidel sintió que era objeto de una evidente humillación al ignorarse su anterior investidura de presidente de Cuba. Intentó titubear decidido a no tolerar que semejante ofensa se perpetrara en contra de su persona o de su recuerdo.
«Esto no puede ser verdad» Pensaba. ¿Someterse él? ¿Obedecer a alguien? incluso a Dios… ¿Él? Quien conocía el verdadero sentido del poder. El hombre invencible que había gobernado por cincuenta años de forma directa y casi diez detrás del trono. ¿Él? el gran dictador que había sido capaz de engañar a más de diez millones de cubanos, e incluso al imperio más poderoso del mundo. ¿Él? el gobernante carismático capaz de reunir multitudes y hacer que todos marchasen tras él como una atontada manada que es conducida al despeñadero.
Ahora se veía solo y abandonado. Sin su sequito de escoltas y espías que vivían para cuidarlo sin ser capaces de cuidar a los suyos. Él, nada menos que él. El apuesto líder, siempre de verde olivo, acostumbrado durante décadas a ser objeto de todo género de homenajes —aunque decía que era enemigo del culto a la personalidad—.  Él, habituado a ver cómo todos se cuadraban al anunciar su arribo; él, el Comandante en jefe, el que liberó a Cuba del terror de la dictadura de Batista, el héroe indiscutible de la gesta revolucionaria. Él, comandante en la Sierra Maestra  ¿tenía que aceptar un juicio divino para ser absuelto o condenado?
Lentamente se puso de pie y empezó a hablar…
—Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones: nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario… —Dios lo interrumpió de inmediato.
—Fidel, este no es el juicio del Moncada, y dudo mucho que en este juicio la «Historia» pueda absolverte…
—Esto no es justo… —gritó.
—¿Reclamas un juicio justo? ¿Tú? —inquirió el Todopoderoso.
—¿Por qué no? —insistió Fidel.
—Te aseguro que durante estos 9 días, en los que preparan en Cuba toda la ceremonia religiosa para simular tu sepelio, que por cierto nada tiene que ver con el cristianismo—, conocerás el verdadero significado de lo que es «justo». ¿Por dónde quieres que empecemos? —preguntó Dios. Al ver que el comandante no respondía inquirió —: ¿Te parece si empezamos justamente por el trato que me diste a mí y la religión?
Mientras se volvía a sentar en el banquillo, Fidel le hizo una señal afirmativa.
—Año tras año observé con detenimiento lo que hiciste con la religión y conmigo. ¿Sabes lo que sentí al ver quitar de un marco mi foto para poner la tuya? Ver como sustituían consignas religiosas tales como: Con Dios todo, sin Dios nada por Con Fidel todo, sin Fidel nada. Entraste al poder con una idea fija: Te quito a ti para ponerme yo, y lo lograste.
—No empieces a sacarme trapos sucios, por favor. Tienes que entender que fue un proceso de concientización de las masas. Tú también lo hiciste para ganar adeptos.
—Con la única diferencia que yo en mi andar no hice daño a nadie ni condené a un pueblo a una vida sin destino.
—Tal vez tú no, pero otros lo hicieron en tu nombre —se defendió el tirano.
—A todos ellos, cuando llegaron aquí, los senté donde estás y, créeme que de igual manera rindieron cuenta y pagaron sus crímenes como lo harás tú.  El problema contigo Fidel es que el daño que has hecho es aún mayor. Por ejemplo…, cuando Hitler murió, su pueblo no le lloró como está haciendo esa gran cuota de pueblo que te adora allá abajo porque la adoctrinaste bajo el miedo y la opresión y es muy seguro que intentaras convencerme de que te adoran más que a mí, que soy su padre celestial, pero no será fácil, porque te diré que no te aman, sino que aun estando muerto ese pueblo te seguirá teniendo miedo.
—No exageres Dios, no es para tanto.
A una señal del altísimo entró el jurado. Doce ancianos con barba, cabello y ropa blanca entraron al gran salón y ocuparon sus asientos.
—¿Vas a querer un abogado de oficio? —preguntó el todopoderoso al dictador al tiempo que éste dibujaba en su rostro una sonrisa burlona.
—Gracias Dios, pero gracias a ti, me basto y me sobro.
Hubo un pequeño murmullo entre los miembros del jurado que rápidamente se disipó cuando el dictador empezó su discurso.
—Entonces, en qué momento le declaraste la guerra a la Iglesia Católica —le preguntó Dios.
Fidel pensó por unos instantes y comenzó hablar con una voz pausada y temblorosa…
—Todo comenzó en el año 1960 cuando tu iglesia se opuso a la transformación que estaba haciendo en el país y el redactor de una revista católica que había en esos tiempos… —hizo una pausa intentando recordar el nombre de la revista—, creo que se llamaba La Quincena, empezó a tirarnos con el rayo. Si mal no recuerdo escribió algo así: «Las doctrinas y prácticas comunistas… merecen el repudio de cada hombre que ame la libertad, y deben ser erradicadas».
—Fidel, no me hagas sentir como un idiota. Tú lo sabías muy bien, porque estudiaste a fondo todo el proceso ruso desde el intento fallido de revolución en 1905 por los bolcheviques, pasando por la revolución de 1917 y la abdicación del Zar, el destierro de Trotsky, la muerte de Lenin, y el establecimiento de Stalin en el poder. Estudiaste todo el Totalitarismo del régimen comunista ruso y estabas consiente que si querías un poder absoluto en Cuba, tenías que hacer lo mismo, aunque para ello tuvieras que aplicar algunas variantes dada la idiosincrasia latina, totalmente diferente a la rusa… y volviendo a lo que estábamos hablando, durante el 53 y posterior al desembarco del Granma, el proceso revolucionario tuvo todo el apoyo de esa iglesia a la que después le declaraste la guerra.
—Es cierto. Me recuerdo de Ignacio Biain Moyuá, un franciscano español que llegó a Cuba en 1933. Fue amigo de Lezama y Mañach. En 1955 lo hicieron director de la revista La Quincena que fue muy crítica con Batista y las precarias condiciones en las que vivía el proletariado en Cuba. Después que tomé el poder en el 59, Biain Moyuá se convirtió en uno de mis más fervientes admiradores, incluso en contra del criterio de la alta jerarquía católica en la isla. Fue una lástima que muriera en el 63 y creo que en ese momento la propia Iglesia lo había sancionado a no ejercer.
—Fue Monseñor Pérez Serantes, el mismo que te salvó la vida en el 53, quien en una posición desafiante divulgó una carta pastoral en la que declaraba: «No podemos seguir diciendo que el enemigo está a nuestras puertas, porque en realidad está adentro, hablando en alta voz, como si estuviera en su casa… El gran enemigo del cristianismo es el comunismo».
—Sí era un bocón ese Serantes… esa frasecita la sentí como si me hubiera dado una patada en los huevos…, perdón su señoría, en los testículos quise decir.
—No te preocupes, y aunque te cueste, sé tú y no trates de simular algo que no eres —Dios hizo una pausa y miró fijamente al dictador buscando algo en su memoria, y continuó—. Me recuerdo de Serantes. Pese a las posteriores críticas, nunca se retractó públicamente de su respaldo al Movimiento 26 de Julio. De hecho, cuando se le preguntaba si tenía remordimientos por ese compromiso solía decir que tú, Fidel Castro, eras in quo omnes pecaverunt. Hiciste que todos los cubanos se convirtieran en «pecadores» al creer tus promesas y darte un apoyo absoluto. Claro que también se incluyó a él mismo. Fuiste un actor de alta jerarquía. Vendiste gato por liebre y todos te la compraron. Yo me recuerdo muy bien, porque te seguí con mucha atención, al menos durante los primeros meses de tu revolución, sólo los batistianos acérrimos eran los que te miraban como enemigo y si mal no recuerdo… los EEUU, Italia y Gran Bretaña reconocieron a tu gobierno… Entonces Fidel, si gobiernos que contaban con expertos servicios diplomáticos y de inteligencia cayeron en el error de creerte, que se le puede reprochar a Pérez Serantes, inmerso en el mismo ambiente de júbilo y esperanza que el resto de la población por el fin de la dictadura de Batista. Todos te vieron como una luz de salvación.
Fidel soltó una sonrisa sarcástica. Se puso de pie y pidió permiso para caminar frente al jurado. Los miró uno a uno detenidamente a sus rostros como tratando de comprar un afecto que todavía no veía en ninguno de los presentes.
—Debo confesar, aunque me  cueste un huevo, que apreté demasiado. Fueron días de cierta intermitencia emocional. Estoy seguro que Monseñor siempre quiso servir a la Iglesia y a las almas, pero las explosivas circunstancias políticas llevaron al país a una convulsión social sin precedentes, y fue cuando tuve una reacción muy violenta e incité a mis aliados y esa parte del pueblo que ya tenía a mi favor de ir a interrumpir la lectura de una circular que la alta jerarquía de la iglesia había mandado a todos sus fieles. Aquello fue muy fuerte.  Suspendí también, el único programa de TV que había en el país y que estaba dirigido por las Organizaciones Nacionales Católicas, creo que se llamaba «Mensaje para Todos».
—¿Crees que ese fue el más duro golpe que le diste a la iglesia? —preguntó Dios con cierta ingenuidad.
—No, claro que no —dijo mientras regresaba a su asiento —. El golpe decisivo contra tu Iglesia Católica vino inmediatamente después de la invasión de Playa Girón en abril de 1961. Me di gusto arrestando de forma domiciliaria a Curas y monjas, ocupé militarmente todas las asociaciones religiosas que había en el país, registrando todas y eliminando cualquier tipo de propaganda religiosa o anticastrista, hasta que el 1ro de Mayo de 1961, anuncié la expulsión de todos los sacerdotes extranjeros y la nacionalización de todas las escuelas privadas, incluyendo las católicas. Muerto el perro, acababa con la rabia.
—¿Me puedes contar algo de esos fusilamientos ordenados por ti y ejecutados por tu hermano y el argentino asesino?
—Por supuesto no es algo de lo que me arrepienta.
—Lo sé, no tienes que decirlo… —culminó el Todopoderoso en espera que el dictador contara a todo el jurado La Masacre de la Loma de San Juan…
—Entre más te escucho más adoro a mi perro —dijo Dios cuando Fidel terminó de contarle todo lo que había hecho su hermano en La Masacre de la Loma de San Juan… —. Dime algo Fidel, ¿alguna vez sentiste amor o compasión por alguien?
—Tendrías que dejarme remontarme a la época de la Sierra Maestra… — Y empezó a hablar lentamente mientras su mente viaja en el tiempo.

continuará...

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