Lo vi llegar y
dejarme la comida por debajo de la puerta. Creo que era su primer día de
trabajo y debe haberse extrañado mucho de ver que yo era vegetariano. ―Increíble ― dijo en voz alta. Y sí, me
volví vegetariano después que...
***
La conocí un día en
el bosque y no puedo quejarme porque desde ese día me volví famoso. Pasé del
anonimato a ser un despiadado personaje y hoy cumplo cadena perpetua porque
nadie ha querido escuchar mi versión de los hechos.
Es cierto que me
encantaba la carne y sobre todo la humana. Pero de ahí a decir la cantidad de
cosas que se han dicho de mí, sin darme ni tan siquiera el beneficio de la
duda, creo que no es justo.
Soy una víctima más
de todo un mecanismo legal y despiadado que se dice justo, pero que no ha
tenido ni piedad ni justeza conmigo. Ni un abogado, ni derecho a réplica, ni
tan siquiera el mejor de los tratos. Todos le creyeron más a Charles… Pinche
Charles se dedicó a contar a su manera la historia. Y Yo, ni la engañé, ni le
di falsas pistas, ni abusé de ella. Todo fue lo contrario.
Ella llegó a mí,
mientras yo disfrutaba de una buena siesta recostado a ese viejo roble. Sin yo
decirle nada, ella empezó a coquetearme.
― ¿Qué haces aquí
solito guapo?
― Descansando. ¿Es
que acaso no ves bien?
―Es que todos dicen
que eres muy malo. Yo no te tengo miedo. ―Y diciendo esto se acercó a mí y
empezó a acariciarme el pelo y no les cuento más porque no quiero gastar
energías en convertir esta confesión en algo erótico. Pero solo les diré que
fue tanta mi excitación, y por supuesto la de ella que… Para que describir lo que hicimos en la alfombra de pasto, si basta con
resumir que le bese hasta la sombra, y un poco más... (Perdón Arjona pero se me
hizo muy adecuada esta poética) Y desde ahí me enamoré perdidamente de
ella.
Y así todos los días
llegaba a la misma hora y repetíamos nuestras escenas de sexo, unas veces
tierno, unas más pasionales y otras casi brutales… hasta que un día salió
embarazada y armó un pancho que me desconcertó por completo.
Corrí bosque adentro
y llegué a aquella casa del bosque y les juro que fue mi último instinto por
comer carne humana. Fue cuando me comí a la madre de su madre. No sé si por
venganza, por miedo, por instinto… pero me la comí. Me acosté en aquella vieja
cama y la esperé…
Y ya ustedes saben
lo demás. Es su versión, es su historia y su palabra contra la mía. Y hasta los
días de hoy sigo encerrado en una jaula, mal oliente, mal atendido y con la desgracia
infinita que Perrault murió en 1703 y nadie se ha animado a escribir mi verdad.
Soy un lobo feroz,
pero no abusé de Caperucita Roja… Y sí, me volví vegetariano después que me enamoré perdidamente de ella.