jueves, 20 de septiembre de 2018

¿Quién es Pepe el Salao?



Cuando apenas era un chamaquito, no más de 7 años y vivía en la calle Santa Clara, solía creer que cada persona determina su propia vida. Que siempre tendríamos el control de nuestro futuro y podríamos elegir nuestra carrera universitaria y nuestra profesión, a nuestras novias o futuras esposas, a nuestros amigos. Incluso llegué a pensar que sería responsable de las decisiones que marcarían mi vida. Pero nunca me percaté que había nacido en Cuba, donde hay dos fuerzas más poderosas que el libre albedrio; nuestro inconsciente y la dictadura marxista-leninista-estalinista-comunista de los hermanos Castros.
Con los años, comprendí que todo lo que solía pensar, no era más que un sueño guajiro y aprendí que detrás de las apariencias,  a puertas cerradas, todos somos presas de los mismos obscuros, crudos y vergonzosos deseos. Desde niño siempre fue muy observador. Miraba fijamente a un persona, lo suficiente para darme cuenta de que, en realidad, no somos quienes decimos ser, incluso, bajo la piel, siempre hay un secreto oculto que hasta nos hace ser alguien muy diferente.
Yo tengo ese secreto y con el crecí; enfrentándome a cada instante con la frustración de encontrarme con una realidad que no era como la que solía imaginar: Ni era capaz de determinar mi propia vida, ni de tener el control de mi futuro, ni de elegir ni mi carrera, ni mi profesión, ni mucho menos a la novia que me diera la gana, porque si era de familia comunista el padre no la dejaba juntarse con un tipo opuesto a los principios revolucionarios. Creo que de ahí me viene el apodo de «El Salao». Todo me salía mal. Era una especie de desafío permanente con la suerte. Solo basta decirles, que para mí, Pepe el Salao, la mala suerte se convirtió en un padecimiento crónico. Por más que repetía la última frase de un escrito de Neruda: «Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados», no alcanzaba a entender si en realidad, yo era un fracasado o toda la cadena de infortunios por la que había transitado mi vida, era producto de mi mala suerte.
Y no era para menos. Desde el mismo día de mi nacimiento, me hice famoso, y esto lo digo sin presunción ni prepotencia, porque es muy probable que en mi barrio, no muchos conozcan el día en que fue fundada Cienfuegos —mi ciudad natal— pero sin dudas, todos recuerdan aquel 15 de Noviembre de 19.. —la verdad, hace tantos años que ya ni me acuerdo—, cuando mi madre —ya internada en la Clinica Villavilla— sintió un fuerte cólico en la panza y pensando que era un simple peo atorado, se sentó en la taza del inodoro, pujó y ahí nací…, cayendo de cabeza contra la dura cerámica de aquel viejo sanitario.
Se los juro, era una especie de gracias divina. No importaba el número de personas que estuvieran presentes. Si ocurría algo malo, sin dudas, estaba destinado para mí. Si pasaban los negritos de la calle Odonel y alguno lanzaba una piedra, ésta me partía la frente a mí, aunque estuviera asomado por la ventana de mi casa. Si un carro caía en un bache y salpicaba agua con lodo, al único al que le enfangaba la ropa era a mí. Si todos hacían maldades en la clase, cuando la maestra se volteaba, al único que descubrían era a mí. Y así, hasta que pude salirme de Cuba, no me desprendí de ese don tan especial.
Para no hacerles esta primera historia tan larga, la primera novia —que se enteró que era mi novia—, que tuve en 7mo grado resultó ser la hija de Cañitas, alguien que era dueño de la provincia de Cienfuegos y que mandaba a todo el mundo pa’la caña. Como yo no tenía un papá adinerado ni era de la elite de la sociedad, pues podrán imaginarse que duré de novio lo que dura un merengue en la puerta de un colegio. Así pasé la secundaria. Yo era el más chico de edad y de tamaño de toda la secundaria Básica Frank País. Era algo así como una especie de mascota al que los más grandes de tamaño y de edad me daban protección. Era tan flaco, que yo creo se creían que el viento me iba a tumbar si soplaba muy fuerte. Pero gracias a esos amigos, hasta crecí haciendo maldades y conociendo las cosas buenas de la vida, la primera cerveza, la primera borrachera, la primera, la segunda, y dos que tres novias más.
Al llegar al décimo grado me acorralaron contras las cuerdas. Yo que quería ser ingeniero textil e irme a estudiar a la antigua Checoslovaquia, terminé dando al paso al frente —por culpa de una prima,  de la que jamás me olvidaré— al tercer contingente del destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech. Y fue ahí, donde alcancé la fama y el mayor grado que otorga la Real Academia de los Salaos…
Nunca me olvidaré de aquel evento que me dio el pase directo al salón de la fama de la Universidad. Durante la presentación de mi tesis de grado para obtener el título de Licenciado en Física y Astronomía, en medio de la exposición —de tan nervioso que estaba—, se me salió un siniestro peo que embriagó a todos los presentes, quienes entre risas, exclamaciones y casi renegridos por la asfixia, abandonaron la sala magna de conferencias por más de cinco minutos, esperando que la rancia fetidez se esparciera por completo…
Y a pesar de que fui uno de los mejores estudiantes de mi grupo, nadie me recuerda por eso. Sin embargo, junto a las memorias imborrables de aquel recinto, y acompañando a otras menciones que estampaban visitas de catedráticos famosos —nacionales y extranjeros—, todavía perdura una muy pequeña, pero bien vistosa placa, que dice: «20 de Junio de 1979. Fecha memorable que marca el día que Pepe el Salao se tiró un peo que superó con creces al peo de Atanasio». Sólo le faltó que declararan esa fecha, como día de celebración nacional o asueto en la Universidad Central de Las Villas.
CONTINUARÁ.

4 comentarios:

  1. jajaja, vaya con el cuesco más incómodo de la historia. Me encanta ese niño flaco y nacido de un apretón sobre una taza de water. Sin duda el destino le deparaba más que piedras en los proyectiles al azar de las peleas infantiles.

    No puedo obviar que Pepe no debe engañarse, que no hay planes deseados que se cumplan por nacer en países capitalistas, porque ser pobre es la mayor causa, que no la genética, para no llegar a ser ni rico, ni famoso, ni poderoso. Nacer pobre en USA y negro, por poner un ejemplo, es ser casi como tu Pepe el salao. Un abrazo

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    Respuestas
    1. jajaja no se engaña amiga... acuérdate que en Cuba no existe el libre albedrío y Pepe empieza a buscar culpables de sus males... pero el lo sabe, solo se hace el tonto...
      un abrazo

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  2. Por estos lares "salao" se aplica al gracioso, más que al desafortunado.
    Muy buen relato, con una llegada al intermedio —me alegra que siga— desternillante.
    Un abrazo.

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