sábado, 31 de octubre de 2020

ANTES DE LLEGAR AL EXILIO, YA ESTÁBAMOS JODIDAMENTE EXILIADOS.

 


ANTES DE LLEGAR AL EXILIO, YA ESTÁBAMOS JODIDAMENTE EXILIADOS.

CARTA DE UN CUBANO EXILIADO EN MÉXICO A SU MEJOR AMIGO EN CUBA.

EL BALSERO. Octubre del 2020

 

Nota aclaratoria: Al momento de ser escrita esta carta el dólar estaba a $10.00 MXN.

 

México, 23 de julio de 1996

 

Mi buen amigo, Pepe.

Todavía sigo recibiendo correos de mis antiguos colegas de la universidad, preguntándome siempre lo mismo: «Charlie, ¿cómo van las cosas? Según nos informaste, debías regresar el día 30 de abril, al esto no hacerse efectivo, te solicito que me pongas al tanto de tu situación. Saludos V.M. Decano F.I.».

Como comprenderás, mi respuesta nunca les ha llegado. Espero que, a estas alturas, deban hacer uso de su buena inteligencia y darse cuenta de que no hace falta una respuesta para saber cuál es mi decisión.

Ha sido difícil tomar esta decisión, pero después de tres años viviendo en México, como vive un estudiante de doctorado, he podido comprobar que algo anda muy mal en «Dinamarca». Y te juro que no soy yo.

Pepe al igual que muchos, me sumo al grupo de los mal llamados «desertores». Te confieso que me llevó mucho tiempo tomar esta decisión, pero créeme que es la mejor y más sabia que he tomado en mi vida.

Hoy me pregunto, ¿qué hubiese sido de mí si esto hubiera pasado en el año 80? Me imagino a mis compañeros de la universidad yendo a mí casa a hacerme un acto de repudio. Movilizando a una selección del Sindicato y a varios estudiantes, sin que a esto faltase, además, la muchedumbre y el populacho gritándome: ¡Abajo la escoria!, ¡Que se vaya la escoria!, ¡Abajo la gusanera!

Créeme que no dejo de acordarme lo que hicieron con Jacobo, tu primo, a Reinaldo, y a muchos más que fueron víctimas de estas atrocidades. Estas consignas todavía martillean en mi mente, una tras otra, sin parar. Hoy me pregunto, además, ¿qué es lo que soy realmente? ¿Me convertí en una escoria? ¿Ahora me dirán gusano? ¿Soy un peligro potencial a la revolución, por el simple hecho de haberme quedado en México? ¿Dejé de ser cubano por decidir hacer mi vida en otro país?

Te juro que siento que me hicieron un «acto de repudio», no a la manera de aquellos tiempos, pero para el caso es lo mismo. Ojalá y exista un milagro que pueda borrar, para siempre, de la mente del cubano aquellos «actos de repudio», que son, a mi modo de ver las cosas, uno de los errores más grandes, entre tantos, que se han cometido en nuestro país. Ya la historia se encargará de probarlo.

Pero ya me cansé, amigo. Me cansé de trabajar y trabajar para esperar una nueva bicicleta como premio, o un apagón, o un mal salario, o simplemente, a no tener el más elemental de los derechos del hombre, que es la libertad.

Yo quiero trabajar y sentir que soy un hombre útil para la sociedad, pero también quiero sentirme útil para mí y para mi familia. Y eso, en Cuba, donde predomina la «ley del embudo», no hay Dios que lo consiga.

¿Y ahora qué me espera? Cinco o más años de castigo y con la peor condena de tener que pedir permiso a un cabrón para poder entrar a mi país. Nuestras leyes migratorias están hechas bajo la más vil trampa que haya engendrado cerebro humano. Cualquier mexicano se va de mojado al sueño americano y regresa cuando se le pega la gana. Nuestras leyes migratorias tienen el único y diabólico objetivo de separar a las familias cubanas. Esa es la venganza con que nos pagan por pensar diferente a como quieren ellos que pensemos. ¿Se quedaron?, ¡ahora se joden! Nuestra sanción es netamente macabra, diabólica y desmedida.

Siento que me estoy enfrentando a una lucha «de león contra mono», donde el mono está atado de sus cuatro extremidades. Ojalá y pronto llegue el comienzo de tiempos deseados, donde la razón se imponga a todos, a los «débiles y a los poderosos». No sé cuánto tiempo haya que esperar, pero tendrá que llegar ese día, porque ya nuestra isla y su gente no pueden seguir viviendo tanta humillación.

Y nada de cuento, hermano. Desde el momento que tomé esta decisión, no significa que soy un refugiado económico que se ha quedado por mejorar su nivel de vida, no, Pepe, la cosa es mucho más complicada. Me sancionan a cinco años sin poder entrar a Cuba a ver a mi familia porque soy un traidor a la patria, y si soy un traidor, es porque soy políticamente diferente.

Hoy recuerdo cuando llegué a México. Primero, sobreviví el miedo al capitalismo, pues ya te acordarás de que, en nuestro estrecho perfil de ver el mundo exterior, el capitalismo era el opio de los pueblos. No recuerdo haber visto nunca una noticia celebrando algo que viniera de un país capitalista. Así nos educaron. Así nos lavaron el cerebro desde que éramos niños. El socialismo era el modelo ideal para seguir por todos los pueblos del mundo. ¡Y créeme, hermano, todo es tan diferente!

Luego, vino el miedo a recorrer una calle con miles de autos. Miedo a una ciudad de más de veinte millones de habitantes. Miedo a la contaminación. Miedo a la inadaptación de mi organismo, el mareo y la sofocación de las primeras semanas en una ciudad que está a más de 2000 metros de altura sobre el nivel del mar. Miedo a la violencia, a la delincuencia. Miedo a todo. A no ser aceptado y a luchar contra muchos obstáculos, que empiezan desde el simple hecho de llegar a un lugar y percibir que el nacional se siente amenazado por la presencia de un extranjero, que, para colmo de males, es cubano. Obviamente, es una reacción natural que no critico porque es evidente que creerá que llegaste a desplazarlo, o a renegarlo.

¿Por qué hay que contratar a un extranjero? Esa es la pregunta clásica, y notarás la envidia, sentirás las puñaladas por la espalda y golpearás la cabeza contra la pared cansado de tanta hipocresía. Pero uno no se puede rendir. Hay que respirar profundo, contar hasta 10. Seguir adelante.

Y así pasan los días y se terminan los miedos, el mareo desaparece, me acostumbro al tráfico, a la gente, al frío, a la contaminación y empiezo a distinguir el matiz de las cosas. Empiezo a conocer más a las personas y con ello su ideología, idiosincrasia, comidas, formas de hablar. Todo es extraño, pero te adaptas. Y ahí viene el proceso de asimilación y aprendizaje. Pobre del cubano que crea que 20 millones de personas tienen que adaptarse a sus costumbres cuando es más fácil que sea él quien se adapte a las costumbres del país donde ha llegado.

Compruebas que el capitalismo no es tan malo como te lo pintaron, aunque hay mucha pobreza y muchos contrastes, pero se puede sobrevivir. Existen males necesarios y males tolerables. Pero, al menos, en estos países la pirámide social está al derecho y se estrecha en la medida que el nivel intelectual y económico aumenta, pero las posibilidades se amplían.

 Aquí, por estudiar me pagaban 500 dólares al mes. En Cuba, por trabajar como un animal, no llegaba a 5 dólares mensuales. Y ahí es donde te das cuenta de que nos han engañado toda la vida.

Después te llega el hastío. La decisión es dura y tiene que ser en silencio. Ahora aparecen otros temores. La reacción de la familia y, sobre todo, de mis padres, comunistas hasta la sepultura. La de mi hermano, que tú más que nadie sabes que siempre ha sido un tipo de doble cara que se esconde detrás de la fachada de comunista, pero si le rascas un poquito aparece, inevitablemente, su real facha de oportunista.

Temo mucho la reacción de los amigos, de los compañeros de trabajo, en fin, la de todos. En mis oídos resuenan esas horribles palabras. Es un martillo que golpea duro y constante: ¡traidor, desertor, vende patrias!

Doy el paso. Una nueva vida he construido desde que llegué. Ya tengo un buen empleo, un buen salario, ya tengo la camioneta que siempre soñé. Y no es que me importen las cosas materiales, pero no sabes cuántas veces me pregunto: si en Cuba trabajaba tanto, ¿por qué no podía tenerlas?

Sé positivamente que, con mi decisión, perderé a las personas en las que creía y quería. Uno a uno, todos los de Cuba me dejarán de escribir y si lo hacen, se esconderán en susurros. No les conviene, no pueden. También tienen miedos. La maquinaria los puede aplastar. Y el camino más fácil y obligado será renunciar a mi amistad.

Y cada día que termina, sientes el peso de todo lo anterior que te aplasta. Cada nuevo día, la determinación de salir adelante y triunfar. El tiempo pasa, los hábitos cambian, pero sigues trabajando duro. Los jefes se percatan. Sigues desafiando las pruebas, las zancadillas. Al final, convences. El sistema se abre, triunfas definitivamente y se abren posibilidades de estadios superiores. La vida cambia de matiz, tu pecho se llena de aire, pero la nostalgia y la horrible lejanía quedan en un pedacito de tu corazón, junto a ese pasado que hay, definitivamente, que dejar atrás. No se puede vivir fuera de Cuba con la cabeza en Cuba. Ese ha sido el motivo por lo que muchos cubanos fracasan al convertirse en exiliados. No acaban de entender que antes de llegar al exilio, ya estábamos jodidamente exiliados.

Vivir en el extranjero es largo y duro de contar. Es seguir siendo cubano sin tu Cuba. Es odiar a aquel que te impulsó a tomar la decisión de quedarte en otras tierras dejando atrás a tus seres queridos, a tus hijos, que quien sabe si algún día te perdonen que los dejaras atrás y te perdiste el sagrado derecho de verlos crecer. Es insertarse en un nuevo sistema. Es demostrar tus capacidades. Es olvidar a todos los que te llaman traidor y desertor. Olvidar al que no contesta tus llamadas o tus mensajes de correo electrónico. Es vibrar frente a un televisor cuando escuchas tu himno nacional en unos juegos olímpicos, es vivir el triunfo de un cubano como si fuera tuyo. Vivir fuera es también sentir siempre la tristeza y la nostalgia por lo tuyo, que ya no tienes y que sientes que alguien te lo ha arrebatado. Pero te das cuentas que hay que resistir, aunque no estén a tu lado tus seres más queridos, porque hay que luchar por una mejor vida —para uno y para ellos—. La vida que todos merecemos. Una vida en la que te niegues a continuar siendo esclavo y como decía Martí, vivir sin patria, pero sin amos.

Se hace duro insertarse, pero sí se puede vivir en el capitalismo. Y hablando de capitalismo, el otro día estuve conversando largamente con un taxista que me llevó desde el laboratorio donde trabajo hasta el taller donde había metido mi camioneta a servicio. Fue una conversación muy simple. El señor me narró cómo era un día de trabajo para él. Un humilde trabajador que maneja un taxi que tiene un dueño y al cual le paga una cuota fija diaria por manejarlo. En pocas palabras y como diría tu comandante FC, tiene un patrón neoliberal, y además capitalista, que lo explota.

No te voy a narrar lo que ese señor me contó, porque, conociéndote, te morirías de rabia. Pero sí puedo contarte lo que hacía yo a diario en Cuba.

Un profesor universitario, en Cuba, no desayuna ni chilaquiles, ni frijoles refritos, ni quesadillas. Coño, a veces no tiene ni para tomarse una taza de café. Se sube a su bicicleta china, por razones obvias, deja a su hijo en la escuela y sigue pedaleando para empezar su faena como docente-investigador, sin «un patrón capitalista que lo explote». A las 12 o 12:30 p.m. almuerza, en una bandeja metálica toda escachada, una sopa de suerte —de que le toque un pedacito de carne— y arroz con pollo cruzado con dragón, porque lo único que te encuentras del pollo son los cuellos, como si se criaran pollos de mil cabezas y un solo cuerpo, y esto es el día que está buena, porque lo normal es arroz blanco y algún caldo sin sazón y sin sabor. Una autentica comida de presidiario. El refresco ni soñarlo, y la carne ni se te ocurra preguntar por ella, porque puede resultar una pregunta subversiva. Después del mediodía, continúa su faena, ya sea dando clases o encerrado en el laboratorio tratando de descubrir la solución técnica que saque a Cuba de la crisis económica —lo sarcásticamente llamado Período Especial en Tiempo de Paz—. Un PPG[1], un refrigerador solar, un mineral del siglo que sirva para todo, un software importante, una vacuna contra el SIDA, algo que te dé para ganarte un premio en el siguiente fórum de ciencia y técnica —seguramente otra bicicleta—. No tiene posibilidad para ir a buscar a su hijo a la escuela porque la consagración al trabajo no lo permite y esto debe hacerlo su esposa cuando sale de su trabajo. A las 6 o 7 de la noche se fuma un cigarro, si es que lo tiene, y si no se lo pide al compañero, y sigue trabajando hasta la hora que decida el Sindicato, o el Partido, o el jefe que «no lo explota», pues hay que estar consagrado para sacar al país de la pobreza, aunque tú no tengas ni dónde caerte muerto.

Y ya muy tarde, la alegría o el descontento de estar, al fin, listo de nuevo frente al timón de su bicicleta, para irse a casita y encontrar la sorpresa que le espera: una esposa que no pudo cocinar porque su marido no fue a comprar el combustible que necesitaba la cocina, por estar tan consagrado. Antes de acostarse, tiene una pequeña e insignificante discusión con la mujer sobre las tareas a realizar al otro día, aparte de la consagración al trabajo en la universidad. Discusión que seguro termina en unos cuantos gritos, dos mandadas pa'la pinga, y, como siempre, una mujer que se acuesta y le da la espalda al marido porque ya no tiene ganas de tener sexo con un esposo tan consagrado en todo, menos en la familia. Y después a conciliar el sueño, pues al otro día se repite la misma historia, para a finales del mes recibir un salario menor a 5 dólares.

Pepe, ¡qué bueno que en Cuba no hay capitalismo! porque ese taxista del que te hablé, con orgullo y honradez, se gana casi 600 dólares al mes. Dinero que un cubano con un buen salario como el que yo creía que tenía, se ganaría en 10 años de trabajo.

¿Qué está jodido entonces, Pepe? ¿El capitalismo o el socialismo? Y a eso, súmale que tampoco somos libres. Ahí te lo dejo de tarea.

Te mando un abrazo y con las ganas enormes de verte pronto, pero fuera de Cuba.

 

Tu amigo que te estima y aprecia,

Charlie.

 

 



[1] PPG: nombre comercial de un medicamento cubano compuesto de policosanol, que es una mezcla de alcoholes primarios alifáticos superiores aislada de la caña de azúcar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Si ya llegaste hasta aquí, comenta algo por favor. Tu opinión es muy importante para mí. Gracias.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...