sábado, 31 de octubre de 2020

DE CUANDO A LOS CUBANOS SE NOS METIÓ EN LA CABEZA CONVERTIRNOS EN BALSEROS.

 


DE CUANDO A LOS CUBANOS SE NOS METIÓ EN LA CABEZA CONVERTIRNOS EN BALSEROS.

Autor: El Balsero. Septiembre 27, 2020.

Una de las primeras cosas con las que choqué con apenas 7 años, fue el tenerme que poner una pañoleta —en aquel tiempo era de dos colores; azul y blanco—, alrededor de cuello. Todos los días hacia berrinche. Mi madre me obligaba a ponérmela. Al salir de la casa me la quitaba y me la volvía a poner a la entrada de la escuela. «¿Qué necesidad tengo de ponerme esta cosa?» me preguntaba a cada instante. Poco tiempo después comprendí que era parte del plan. Había que ponerse la pañoleta y había que ser como el Ché Guevara. «¿Por qué tengo que ser como el Ché si yo a quien quiero parecerme es a mi papá?» era otra de las preguntas que me hacía a diario cuando en el acto cívico de la mañana teníamos que gritar a coro esa horrible consigna. «Pioneros por el comunismo… seremos como el Ché».

Por otro lado, chocaba a diario con un letrerito que a mi padre se le ocurrió poner en la puerta de la casa: «Esta es tu casa, Fidel», en una placa metálica con los dos colores de la bandera del 26 de julio. Insisto en que tiempo después lo comprendí perfectamente…, cuando pasé de «Pionero» a convertirme «Balsero». ¿Y saben por qué?

Ya desde el año 1965, el Guerrillero asesino Ché Guevara, en un ensayo que tituló «El socialismo y el hombre en Cuba», mismo que envió a un periodista uruguayo, dejó muy claro, que para que la Revolución se perpetuara en el poder —que no significa que haya durado casi 62 años por ser exitosa— era necesario crear un hombre nuevo. No creo justo para ustedes que les ponga aquí 17 cuartillas escritas por este asesino, pero solo quiero llegar a las bases de este plan macabro que nos hizo desde niño empezar a cuestionarnos muchas cosas.

En este ensayo, el Ché le empezaba diciendo a dicho periodista:

(…) Es común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados, se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. No pretenderé refutar esta afirmación sobre una base meramente teórica, sino establecer los hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de índole general. Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra lucha revolucionaria antes y después de la toma del poder. (…)

Y después de echarle toda una perorata de la guerrilla y el movimiento 26 de julio, el tipo se fue directo a la yugular:

(…) Intentaré, ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad. Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El proceso es doble, por un lado, actúa la sociedad con su educación directa e indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación. (…)

Por suerte en mi familia el único que era comunista era mi padre. Así que parte de esa inyección de «supuesta educación» para hacerme un hombre sin rezagos del pasado, se les hizo difícil.

Me recuerdo, con solo 7 años escuchar las tertulias que se hacían en casa de mi tía Aleida —quien también fue mi maestra de matemáticas en la escuela primaria—. Ahí se reunían todos los días a jugar dominó apostando frijolitos —por si llegaba algún chivato—, aunque el dinero estaba escondido debajo de la mesa. Ahí fue donde por primera vez, escuché que Camilo Cienfuegos no había desaparecido en un accidente de avión, como contaba el gobierno, sino que había una causa oscura que nadie del pueblo sabía. Como también escuché que los más de 20,000 hombres que decía Fidel habían muerto en la revolución, también estaba dudoso porque nunca habían publicado la supuesta lista. Los datos de Fidel eran distintos a los del pueblo. Y lo que más me llamó la atención fue cuando un amigo de la familia que le decían el chino dijo que vivíamos en un enorme cuento de «buenos y malos», donde era muy difícil darse cuenta quien era el bueno y quien era el malo. Esas palabras sonaron muy fuertes en mi inmadura e inocente mente.

Pero, aunque mi padre me decía que no oyera esas barbaridades, el plan era evidente. La Revolución necesitaba esconder la verdadera historia y hacer una nueva historia. Una división que separara al pasado del presente. Antes de la Revolución y después del triunfo de la Revolución.

Y ahí fue muy claro el Ché en su panfleto al periodista:

(…) Como ya dije, en momentos de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela. (…)

Y con esto se necesitaba borrar todo el pensamiento intelectual inteligente de manera tal que todo aquel que pudiera hacer ruido, tenía que ser eliminado y por supuesto culpado. Es entonces cuando el Ché arremete contra la intelectualidad y los escritores:

(…) Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo. (…)

Tiempo que conocemos de sobra. Esa generación nuestra fue acribillada a ráfagas de consignas, inyecciones de patriotismo, lavativas de socialismo, intravenosas de marxismo leninismo y píldoras de Fidelismo. Empezaba la era de un «nuevo Dios» en Cuba, «Con Fidel todo, sin Fidel nada».

Teníamos que crecer en medio del sacrificio, del cero consumismo, cero caricaturas de Disney sustituidas todas por caricaturas rusas donde «Superman» era ahora el «Tío Estiopa» quien venía a conquistarnos y formarnos como debía ser un niño sumiso y consciente que «ser pobres era sinónimo de ser dignos».

Para esto el guerrillero asesino culminaba su misiva:

(…) No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio. Los primeros lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera que se luchó; después lo hemos conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena. (…)

Ese fue el tipo de pensamientos que se inculcó, a lo que Fidel Castro llamó el hombre nuevo; la esperanza del futuro, los que darían continuidad a la Revolución. Fue una estrategia muy bien pensada en la que crecimos viviendo en la mentira. Todo empezó desde el mismo primer día en que tomó el poder.

Y así se fraguó el plan…, lo primero que había que hacer era trabajar con los niños y usar la escuela y al maestro como medio de penetración. Y para que la escuela funcionara había que empezar por cambiar la historia y garantizar programas de estudios debidamente estructurados para sembrar la semilla comunista desde edades muy tempranas y que la influencia de los padres pasara a un segundo plano. Y qué mejor que crear una organización que agrupara a los pequeñitos con un guía al frente de cada grupo encargado de controlar y manipular a nuestras inmaduras mentes, y es ahí que empiezan a surgir las famosas siglas de las que hablé en mi columna anterior, la U.P.C., «Unión de Pioneros de Cuba». Al principio trataron de que se pareciera a los grupos de «boy scout» con la finalidad de convertir a los niños en gente responsable, desarrollar el carácter, y desarrollar la autosuficiencia a través de la participación en una amplia gama de actividades colectivas; acampadas, fogatas, excursiones…, siempre sin los padres y así aprovecharse para cultivar en nosotros la doctrina comunista y meternos a la fuerza el amor a los héroes y creer que la revolución era algo noble y bello.

No se me olvida que cada 28 de octubre, los niños, debían desfilar hacia cualquier malecón o riachuelo a echarle una flor o una corona de flores a Camilo Cienfuegos. Uno de los primeros héroes revolucionarios que había desaparecido en el mar cuando fue a meter preso a Huber Matos.

Nos impusieron que teníamos que ser como ese asesino del Ché Guevara, del cual no sabíamos más que lo que nos contaban. Fidel nunca nos contó que el Ché asesinaba a los presos políticos en La Cabaña, que les daba el tiro de gracia, que implantó el terror y el odio entre los presos de aquellos primeros años de revolución. Esos presos que nos vendieron como asesinos y traidores a la revolución por solo no estar de acuerdo con las ideas socialistas de Fidel. Pero, teníamos que ser como él. Teníamos que meternos en la cabeza que si alguien no pensara como nosotros tenía que ser nuestro enemigo, aunque fuera nuestro propio padre.

A esa temprana edad, no existe la madurez necesaria para tener una ideología política definida, pero es la mejor edad para que el niño empiece a absorber como esponja los mensajes subliminales que enviaba el gobierno. Cambiaban la historia de Cuba desde la óptica de la revolución y para eso —como dije anteriormente— había que crear un antes, un después y un punto de partida. El 1ro de enero de 1959 fue el punto de referencia. Antes de esa fecha todo era malo, nada servía, el país estaba oprimido y olvidado bajo los efectos del gobierno asesino, corrupto, y brutal de Fulgencio Batista. Todo era un producto del capitalismo, esa formación económica que engendraba plusvalía y con ello; el mal. Ese sistema económico que dividía a los hombres en ricos y pobres.

Después del 1ro de enero y la llegada de Fidel, todo fue bueno, todo fue justo y ese pueblo olvidado pasó a ser el dueño de su destino. No existe mejor estrategia que aquella en la que se repiten las mentiras y se comienza a fomentar el enfrentamiento entre los niños y su familia. No debe haber existido un hogar en Cuba, por aquellos tiempos, en que un niño escuchara al abuelo decir: Antes de la revolución había de todo y el niño refutarle con fervor revolucionario: Abuelo, pero no teníamos ni salud ni educación gratis como ahora. Y era evidente que para un niño al que la revolución le daba una educación gratuita pudiera pensar que esa revolución fuera algo siniestro.

Algo muy parecido a lo que pasa hoy día en México. Lo anterior, entiéndase neoliberalismo, era malo. Lo de hoy, la carta transformación, es buena. Y cada mañana, en cada espectáculo mañanero el presidente nos lo repite… Allá quien se lo crea.

La escuela llegó a convertirse en la poseedora de la verdad absoluta y la lógica era inculcar esa «verdad» a los niños y a los jóvenes. «Verdades» tales como: que Martí era el autor intelectual del Moncada y el precursor del ideal de la vinculación del estudio y el trabajo. Cosas de las que Martí ni tan siquiera estaba enterado.

Entonces apareció para los jóvenes «el trabajo voluntario», las escuelas al campo y, por último, las escuelas en el campo. Como decía, todo aquello que hiciera que la juventud estuviera menos tiempo en sus casas y más tiempo embebida en consignas, propagandas, multitudes, lemas, y una inyección continúa de ideología. La ideología marxista-estalinista-leninista. La ideología de una izquierda tratando de envenenar al mundo con una doctrina comunista.

O mentiras, tales como, que los que se habían alzado en el Escambray en contra de la revolución eran unos asesinos que mataban guajiros y vacas en el monte, sin escrúpulos y al servicio de la mafia de Miami. O como que Girón fue la primera gran derrota del imperialismo en América y que los mercenarios criminales que desembarcaron por bahía de Cochinos bombardearon a gente inocente, pero que gracias a Fidel en menos de 72 horas fueron derrotados y después cambiados por compotas. O mentiras, tales como que la Universidad era para los revolucionarios y que los homosexuales fueran a las UMAP para curarles la homosexualidad con trabajo forzado. O como escuchar que la religión era el opio de los pueblos y que un religioso en Cuba era un contrarrevolucionario en potencia, porque desde la iglesia se hacía proselitismo contrarrevolucionario.

Nunca, en las escuelas se nos dijo, o escuchamos una noticia de radio ni en televisión «Verdades» como que la revolución socialista era un engaño, ni hablar sobre la cantidad de muertos que hubo en los campos de concentración estalinistas, o publicar libros tales como El archipiélago Gulag uno de esos libros que hacen historia por el sólo hecho de atreverse a narrarla y donde Solyenitzin trata sobre el sistema de campos de concentración y trabajos forzados diseminados por toda Rusia y que fue lo mismo que Fidel quiso implantar con las UMAP. O como que la zafra del 70 fue un despilfarro económico. O que el Ché Guevara fue un asesino. O que Huber Matos no fue un traidor y quien traicionó al país y a la revolución fue el propio Fidel Castro y su hermano Raúl. O que fue el propio Raúl Castro quien asesinó al comandante Camilo Cienfuegos. O que el famoso bloqueo económico de Estados Unidos hacia Cuba siempre ha sido un engaño y un pretexto para fomentar el odio del pueblo cubano hacía el pueblo americano.

Así se fue formando al hombre que Fidel había soñado. Primero pionero, después joven comunista, y como colofón militante del Partido Comunista. Ese es el hombre nuevo, que creció sin valores, sin amor propio, sin amor a la familia, sin amor al prójimo. Un hombre nuevo repetidor de consignas y promotor de una ideología fomentada en el odio y en la destrucción. Un hombre nuevo que desconocía a su propia patria y la sustituía por la patria que había engendrado Fidel.

Por eso es por lo que desde 1965, nació en mi ese Balsero en potencia y que todos los cubanos llevamos dentro. Un Balsero rebelde, idealista, pensante, al que no pudieron doblegar ni convertir en ese Hombre Nuevo que soñó Fidel y que, llegado el momento, metafóricamente hablando, tomaría una Balsa y comenzaría su viaje sin regreso, surcando los mares del Caribe, rumbo a donde el destino lo llevara. Un destino llamado libertad.

Y si quisieran buscar coincidencias con lo que sucede hoy día en nuestro México, solo vean las mañaneras de un presidente, más preocupado en su imagen y popularidad que en los verdaderos problemas por los que atraviesa el país.

Y como dirían en Cuba con mucho sarcasmo: Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

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