—Siempre lo he dicho Luisito. Mi
revolución es muy semejante a la que hicieron en tu país.
—Mira, te cuento un poquito de nuestra
historia para que te des cuenta que no se parecen en nada. Yo, fui coronado en
medio de una crisis financiera en la que mi país se encontraba muy cerca de la
bancarrota. Nos metimos en la Guerra de los Siete Años y en la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos. Los ingresos de mi reino, en aquel
entonces, provenían de los impuestos sobre los campesinos y burgueses, y estos
que formaban parte del tercer Estado, decidieron reformar el sistema a través
de una Asamblea Nacional.
—Eso mismo hice yo, aunque debo
confesarte que no entendí eso del tercer estado… ¿Me lo explicas Luisito?
—Es obvio que no puedes entenderlo. Mira, el «Primer Estado» era el clero, el «Segundo
Estado» estaba constituido por la nobleza, y el «Tercer Estado era el pueblo». Fue
entonces que el 17 de junio de 1789, los representantes de ese «Tercer Estado»
se separaron de los Estados Generales y se constituyeron como Asamblea
Nacional, que luego el 9 de julio se autoproclamó como Asamblea Nacional
Constituyente, con el propósito de crear una nueva constitución.
—¿Y tú lo permitiste?
—Traté de impedirlo, pero mi gente era muy diferente
a la tuya. Cuando destituí al ministro de finanzas Jacques Necker, la caña se
me puso a tres trozos. Los liberales se encontraban enfurecidos por el temor
que una concentración de tropas reales, llevadas a Versalles desde
destacamentos fronterizos. Sabían que podría disolver la Asamblea Nacional Constituyente,
que en ese momento, se encontraba reunida en el Versalles.
—Ese Versalles nos ha traído muchos
problemas a nosotros. ¡Siguen las similitudes caray!... pero sigue ¿Y qué pasó
después?
—No me refiero al Versalles de la calle
8. Ya deja de culpar a la mafia de Miami. Lo mío fue distinto. Un tal, Camille
Desmoulins, que para entonces era un «abogado» poco conocido— igual que lo eras
tú cuando se te metió en la cabeza que eras un revolucionario —, se subió sobre
una mesa en las afueras del Café du Foy e hizo un apasionado discurso llamado a las armas. El llamado de Desmoulins
a las armas fue efectivo. La multitud en el Palacio Real consideró factible la
idea de una inminente masacre y tomaron rápidamente las armas, formando
disturbios que se extendieron rápidamente por todo París.
—¿Fue entonces que ocurrió la toma de La
Batiste?
—No, no se llamaba La Batiste, era La Bastille.
Ese afán tuyo de buscar similitudes…, la toma de La Bastilla fue el 14 de julio
de 1789 cuando un grupo armado de varios cientos de personas tomó por asalto la
fortaleza de la Bastilla. Las defensas de la Bastilla consistían en unos 30
guardias suizos y alrededor de 85 minusválidos «soldados veteranos no aptos
para servicio de campo». Los asaltantes se encontraron con la sorpresa que para
esa fecha, en la Bastilla se encontraban solo siete prisioneros «cuatro
falsificadores, dos “lunáticos” y un aristócrata “pervertido”» y que a ninguno podrían
calificar como presos políticos o disidentes. Pero eso no fue impedimento para
que ellos continuaran y alrededor de las 3p.m. los atacantes fueron reforzados
con los guaridas franceses que se habían amotinados. El gobernador de la
Bastilla, Marquis De Launay, ordenó un cese al fuego a las 5:00 p.m. y una
carta con sus términos de rendición fue entregada a los atacantes a través de
una «brechabastille» en la puerta interior. Sus demandas fueron rechazadas,
pero De Launay igualmente capituló, dado que con una limitada reserva de
alimentos y sin suministro de agua sus tropas no resistirían por mucho. De
Launay abrió las puertas al patio interno, y los asaltantes entraron a
“liberar” la fortaleza a las 5:30 p.m.
—Por eso adoro al pueblo francés… fueron
los primeros revolucionarios de la historia.
—No vengas a tratar de adular a mi
pueblo con frases trilladas, eso mismo dijiste de Jesús de nazareno cuando lo quisiste
bautizar con que había sido el primer revolucionario de la historia. Pero sí,
tengo el honor de decirte que la toma de la Bastilla adquirió un enorme significado
simbólico y lo reconozco aunque me haya perjudicado. A pesar que solo se
liberaron a siete prisioneros, y que ninguno podría haberse catalogado de
prisioneros políticos, de disidentes, revolucionarios u opositores, un violento
pueblo sublevado demostró lo que era capaz de hacer.
—Es que cuando un pueblo enérgico y
viril llora, la injusticia tiembla.
—Eso me gustaría que hiciera tu pueblo
que lleva casi 60 años bajo una dictadura, que tiene una crisis económica enorme,
que tiene una asamblea nacional, claro sin los tres estados que tenía la
francesa, que ganan míseros salarios, que no tienen libertad y que nadie se
puede subir en una mesa frente al palacio de la revolución y llamar a las armas
por la libertad de Cuba, como lo hizo Camille Desmoulins en 1789…, cojones
Fidel, por menos que eso, en 1792 se acabó mi reinado y tanto yo como mi esposa
María Antonieta y mis hijos, fuimos despojados de nuestros títulos nobiliarios
y nos mandaron a la guillotina en 1793. Esos revolucionarios me acusaron de traición.
¿Por qué tu pueblo no lo hace hoy con tu hermano ni lo hizo contigo, ni con tus hijos que roban y pasean el mundo entero con el dinero que le corresponde a tu pueblo?
Fidel bajó la cabeza y caminó unos pasos
sobre aquel campo de nubes grises. Luego miró fijamente al antiguo monarca Luis
XVI quien le exigía una respuesta.
—Esa fue mi ventaja. En tus tiempos
todavía no había triunfado la gran revolución rusa. Te faltó colmillo y tiempo Luisito.
El pueblo cubano jamás hará una revolución en contra de mi hermano y de mis
ideales, porque yo los hice esclavos y sumisos. Los hice amarme, pero no amar a su patria. Los hice simplemente así: Sin patria pero con amo...
—Ves por qué no se parecen en nada…— dijo Luis XVI mientras se marchaba y lo dejaba con la palabra en la boca.
Alguna vez había jugado a establecer comparaciones entre la Cuba de Fidel y la España de Franco, pero no se me hubiera ocurrido remontarme a la Revolución Francesa. Muy ingenioso.
ResponderBorrarUn abrazo, Carlos.
jajaja Fidel se pasaba la vida buscando revolucionarios... y comparando...
BorrarUn abrazo Chema
Una reflexión, sin duda, cogida por los pelos. La historia acaba poniendo a todos en su lugar.
ResponderBorrarUn abrazo
Si, es triste que mi pueblo tenga esa alma de esclavo...
BorrarUn abrazo