―No sabes que se
siente que el día de tu boda te dejen plantada y el muy cabrón decida casarse
con otra. Así que me di a la tarea, no sé si por despecho o porque a pesar de
la traición seguía enamorada, de proclamar a viva voz que yo era la única y
legitima esposa, con tal furia y apasionamiento que llegué incluso a convencer de ello al Ayuntamiento de
Ciudad, el cual emitió un documento reconociéndome el derecho a un subsidio de
guerra como esposa de un soldado.
― ¿Hiciste eso?
― No sólo eso. Yo estaba dispuesta a todo. El 11 de enero de 1916, sólo dos meses
después del nacimiento de mi hijo, conseguí que él reconociera la paternidad ante
un notario público. Él, cuya posición económica había mejorado notablemente, se
compromete incluso a hacerse cargo del sustento económico del niño y ahí fue
cuando inscribí al crío en el registro público con el mismo apellido de su padre. Sin embargo, tras haber reconocido al niño, el muy
cabrón trata de quitármelo y el caso llega hasta los tribunales, donde los jueces
acaban concediéndome la guardia y custodia del pequeño y condenando al padre a
pagarme $12,000 pesos mensuales para colaborar en la manutención de mi bebé.
― ¡Qué bueno que
pudiste hacer justicia!
―Qué justicia ni
ocho cuartos… Más bien ahí fue cuando empezó la guerra entre él y yo. Su aún
incipiente carrera se ve amenazada por mis acusaciones que aseguran que Francia
lo había ayudado económicamente a poner en marcha su nuevo periódico, a cambio
de que éste presionara desde las páginas del diario para que nuestro país
entrara en la guerra apoyando a los Galos. El Ministerio del Interior de mi
país llega a abrir una investigación sobre el asunto, al que, sin embargo,
termina dando carpetazo. El tiempo acabaría demostrando que mis acusaciones eran
ciertas pero, nada ni nadie fue capaz de detener su ascenso al poder al
convertirse en el primer ministro más joven de la historia de nuestra patria. En
ese momento, me encierran en este manicomio y…
― ¿Y tu hijo?
― ¿Mi hijo? ¿Cuál
hijo? No sé de qué me hablas…
Ida Dalser, muere en el manicomio de Venecia el 3 de
diciembre de 1937 de una hemorragia cerebral. Es enterrada en una fosa común. Benito
Mussolini fue su peor verdugo.
Leerlos uno tras otro es buenísimo!
ResponderBorrarSin duda esta mezcla hace bien.
Saludos!
qué bueno que te gustan y gracias
Borrarun saludo
Carlos
Muy bueno Carlos, ya leeré los otros y la novela que me quedé en el 12. Veo que está sumamente productivo, felicitaciones amigo. Un abrazo.
ResponderBorrarSi amigo Enrique, ando muy productivo... un gran abrazo.
Borrardespues estudiaré a Perón para hacer algo... ahí me dicen.
carlos
pobrecita!!!!!!!!!!! el amor nos vuelve completamente locas... o ya lo estábamos antes???'
ResponderBorraren este caso fueron las injusticias del gran verdugo, por ocultar a su hijo bastardo... esta pobre mujer sufrió en carne propia el odio de su amante.
Borrarsaludos
carlos
Muy bueno, Carlos!!! Como te dije en tu texto anterior, me fascinan estos relatos con sabor a historia.
ResponderBorrarYa me preparo para la próxima!
Un saludo, mi amigo!
Gracias Bee, es maravilloso recrear la historia con algo de fantasia... yo conoci esta historia por una pelicula, desgraciadamente esto no lo enseñan en la historia.
Borrarsaludos
gracias
Es una forma de conocer personajes históricos muy original. Yo a esta señora no la conocía, ahora sí. Fascinante historia. Qué me gustaría meterme en ese manicomio y entrevistar a algunos de esos personajes.
ResponderBorrarSaludos, Carlos.
vean la pelicula, creo que se llama VINCERE
Borraresta grueso el drama...
saludos
carlos
Cada relato va ganando en madurez...
ResponderBorrarY todos seguiremos esperando el siguiente.
Un abrazo.
HD
Mi gran amigo, gracias por tu valoración... intentaremos seguir esta linea... ya estoy en preparación de los otros.
BorrarUn abrazo
carlos
Intersante traer la historia en estos relatos. La película aquí se llamó El secreto de Mussolini. Abrazo!
ResponderBorrar