(Cualquier
parecido con la realidad es pura realidad)
Hubo
una vez, hace mucho, pero mucho tiempo, por allá por Cienfuegos una chica muy
linda, tan linda que no tengo las palabras, ni los adjetivos apropiados para
poder describirla. En el barrio, todos la llamaban Cenicienta, por su gran
parecido con la protagonista del famoso cuento infantil.
Cenicienta
era pobre (como todo el mundo lo era en Cienfuegos después que triunfó otro
cuento, este de terror, al que llamaron Revolución), no tenía padres (porque en
el año 94 intentaron fugarse en una balsa para la Yuma, pero desgraciadamente
nadie supo nada de ellos) y desde entonces, vivía con su ahora Tía-Madrastra,
una mujer viuda muy cascarrabias que siempre estaba enfadada y dando órdenes y
gritos a todo el mundo. Cuentan las malas lenguas que la señora poseía un
síndrome llamado ESPORNOSI, un mal caracterizado por brotes continuos de
histeria que pueden poseer, tanto hombres como mujeres, cuando llevan mucho
tiempo sin tener sexo y por supuesto, sin sentir un orgasmo. En el lenguaje
callejero este síndrome era conocido como “Es por no singar”
Se
dice también que esta Tía-Madrastra era presidente de una organización de masas
(que nada tenía que ver con masas comestibles) denominada C.D.R. que se
dedicaba a vigilar y chivatear a todo el que vivía en la cuadra.
Con
la Tía-Madrastra también vivían sus dos hijas, que eran muy feas e
insoportables. Además de poseer distinguidas cualidades típicas del hombre
nuevo (Chivatas, breteras, chismosas, enredadoras, envidiosas y por supuesto,
al servicio de la tiranía). Lo mismo chivateaban en la cuadra donde vivían que
en las escuelas donde habían estudiado. Su afán de hacer daño, era un mal
congénito. A tal extremo que se dedicaron a difamar a la Cenicienta,
diciéndoles a todo el mundo que era una chica fácil y que a todo el que llegaba
a la casa se le sentaba en las piernas. Su principal objetivo era opcara la
belleza y la reputación de Cenicienta y que los galanes machistas no se fijaran
en ella…, de ahí que la apodaron “La Setesienta”. Y así regaron la bola por
todo la cuadra, y la bola fue creciendo y creciendo hasta que todos la llamaban
La Setecienta.
Cuentan
que esta hermosa chica, era la que hacía los trabajos más duros de la casa,
como por ejemplo limpiar los baños, la cocina, el patio y hasta mantener
impecable el jardín. Planchaba, lavaba y se la trataban como a una autentica
criada. Tampoco tenía amigos, solo a dos amigos imaginarios, muy simpáticos a
los cuales les contaba todos sus sufrimientos y a los maltratos a la que era
sometida por parte de su familia adoptiva.
Un
buen día, sucedió algo inesperado; el Delegado de la Circunscripción del barrio
de Punta Gorda, hizo saber a todos los habitantes que invitaba a todas las
chicas jóvenes a un gran baile que se celebraría en Palacio de Valle, para
seleccionar a la chica más hermosa de la Circunscripción y de paso, encontrar
una esposa para el hijo del Primer Secretario del Partido de la provincia de
Cienfuegos; para casarse con ella y convertirla en la princesa de Punta Gorda.
La noticia llego a los oídos de La Setesienta, y se puso muy contenta. «Al fin
podré librarme de esta familia tan castrante». Pensó.
Por
unos instantes soñó con lo que implicaba ser la futura esposa del hijo del
Primer Secretario del Partido:
«Coño,
ahora podré pasear en un lada 2107, podré ir a varadero en Vacaciones y visitar
los mejores hoteles de Cuba al cual solo pueden ir los extranjeros, podré ir a
las casas de visitas en las mejores playas de Cuba, no pasaré hambre, tendré
chofer que para que me lleve a todas partes y sobre todo poder irme a estudiar
una carrera al extranjero en países capitalistas y vivir como toda una primera
dama, usando el dinero del gobierno. ¡Eso sí que es vida!» pensaba y comentaba
La Setesienta con sus dos amigos imaginarios. Pero ella sabía que no le sería
fácil poder asistir al gran baile, porque ya su Tía-Madrastra le había dicho—:
Tú, Setesienta, no irás al baile del Delegado, porque te quedarás aquí en casa
haciendo lo que siempre haces, limpiando, lavando y cocinando para cuando
nosotras volvamos podamos comer esa rica comida que es lo único bueno que sabes
hacer bien.
Esa
noche, nuestra hermosa Setesienta lloró en su habitación desconsoladamente.
Estaba muy triste porque ella quería ir al baile y conocer al hijo del primer
secretario del PCC.
Al
cabo de unos días llegó la esperada fecha. La Setesienta veía como sus
primas-hermanastras se arreglaban y se intentaban poner guapas y bonitas, pero
era imposible, porque eran tan feas que en realidad le metían miedo al susto.
«Ñooo, parecen brujas», pensaba La Setesienta mientras las ayudaba a vestirse.
Al
llegar la noche, su Tía-Madrastra y hermanastras partieron hacia el palacio de
Valle, y La Setesienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza.
Entre llanto y llanto, dijo en voz alta—: ¿Por qué seré tan desgraciada? Por
favor, si hay algún ser mágico que pueda ayudarme…—decía La Setesienta con
desesperación.
De
pronto, sucedió algo increíble; se le aparecieron sus amigos imaginarios
acompañados de un grupo numeroso de amigos que acababan de pasar por la shoping
y traían ropa y zapatos para la Setesienta. Uno de ellos se dirigió a ella con
voz muy ronca.
—Mira
Setesienta, nojotros nos dedicamos al bisne del tráfico de divisas y estamos
muy bien conectados, así que no tienes de qué preocuparte. Aquí tienes este
vestido —dijo mientras señalaba a uno de sus amigos que portaba una bolsa con
el vestido. Al ver la cara de la chica como se trasformaba en alegría, dibujó
en su rostro una sonrisa de oreja a oreja que permitía mostrar su horrible
diente de oro.
—Este
es un vestido de $40 dólares, con esto vas a dejar ciego a toda esa bola de
muertos de hambres que van a estar en ese baile, sobre todo al hijo de quien tú
sabes…—le dijo el chico que traía el vestido.
—Y
aquí tienes el mejor par de tacones que se va a lucir esta noche en ese baile
—volvió a hablar el del diente de oro al tiempo que hacía señas a otro joven de
unos 20 años que venía en el grupo.
El
joven se los entregó y cuando Setesienta los sacó de la caja quedó pasmada del
asombro. Unos zapatos espectaculares con unos tacones de casi 15 cms de alto y
una belleza inigualable.
El
del diente de oro les hizo señas a dos muchachas que venían en el grupo para
que se llevaran a La Setesienta y la ayudaran a vestirse y maquillarse mientras
ellos, el resto de la pandilla, se iban hacía donde habían dejado estacionado
un Moskovish color rojo muy maltratado.
No
hubo uno de ellos que no hiciera una señal de asombro cuando vieron ante sus
ojos a La Setesienta. Se veía reluciente, espectacularmente hermosa. Todos
incluyendo a las chicas mostraron una sonrisa de satisfacción y alegría.
Fue
entonces que el tipo del diente de oro se acercó a la Setecienta y le dijo:
—Setesienta,
ten en cuenta una cosa muy importante: A las 12 de la noche, tienes que salir
corriendo de la fiesta. Nojotros te vamos a estar esperando afuera, porque a
las 12:15 es el cambio de turno en la shopping y tenemos que entregarle estas
ropas a un amigo que trabaja ahí para que al hacer el inventario de fin de
turno, no lo vayan a meter preso porque tenga algún faltante. ¿Tú me entiendes?
—Entendido
—dijo la Setecienta, al tiempo que se subía en la parte trasera del Moskovish y
el nagüe del diente de oro se la llevaba a toda velocidad para el baile.
Cuando
La Setesienta llegó al palacio de Valle, causo mucha impresión a todos los
asistentes, no había ninguna de las concursantes que mostrara tanta belleza, La
Setesienta estaba preciosa e incomparable a ninguna.
El
hijo del primer secretario del PCC, no tardó en darse cuenta de la presencia de
esa joven tan bonita. Se dirigió hacia ella y le preguntó si quería bailar. La
Setesienta, le dijo —: si!, claro que sí!—, y estuvieron bailando durante casi
dos horas, ante las miradas de envidia del resto de las chicas aspirantes a
novia, que el chico ni, sin tan siquiera, miró.
Las
hermanastras de La Setesienta no la reconocieron, debido a que ella siempre
estaba sucia y mal vestida, incluso se preguntaban quién sería aquella chica
tan preciosa.
Pero
de repente cuando la Setesienta se dio cuenta que eran casi las 12 exclamó:
—
¡Oh, Virgen del miembro! ¡Tengo que irme! —le dijo a su príncipe azul y salió a
toda prisa del salón de baile, bajó la escalinata del chalet de Valle perdiendo
en su huida uno de sus zapatos, que el chico encontró mientras corría detrás de
ella. Lo agarró en sus manos, los olió y exclamó:
—Búsquenla.
A
partir de ese momento, el hijo del primer secretario ya sabía quién iba a ser
la futura esposa que lo acompañaría a disfrutar de todas los beneficios que le
daba la revolución a sus dirigentes y sus familiares. El problema estaba en
cómo encontrarla.
Fue
entonces, que para encontrar a esa bella joven que parecía que se la había
tragado la tierra, el hijo del Primer secretario del PCC ideó un plan. Se
casaría con aquella chica que pudiera calzarse el zapato que había encontrado y
celosamente guardado.
Envió
a sus sirvientes, perdón, a los escoltas de su papá a recorrer todo el barrio
de Punta Gorda, movilizó además al jefe de sector de Playa Alegre y se buscó
como apoyo —fuera de la logística del gobierno provincial— a un grupo de malas
cabezas que vivían en El Barrio de Reina y les dijo:
—Les
juro que si no encuentran a esa tipa, les voy a echar detrás a toda la PNR de
Cienfuegos, para que desarticular toda esa red que ustedes tienen del juego de
la Bolita… así que tienes dos opciones; o me apoyan o me apoyan.
Pues
ya podrán imaginar el alboroto que se armó entre todas las jóvenes y no tan
jóvenes del Barrio de Punta Gorda.
Chicas
y mujeres se probaban el el elegante zapato, pero el zapato era único en su
estilo y también la única talla que había llegado al Shoping de Cienfuegos. No
había ni una a la que le sirviera el dichoso zapato.
Al
cabo de unas semanas, los sirvientes, perdón siempre me confundo, los escoltas
y tracatates del Primer secretario del PCC de la provincia de Cienfuegos
llegaron a casa de La Setesienta, un chalet muy bonito, muy cerca de los
caballitos que estaban en Playa Alegre, a la entrada de lo que todos conocían
como La Laguna del Cura.
La
Tía-Madrastra llamó a sus feas y horrorosas hijas para que probasen el zapato,
pero evidentemente aquél estilizado zapato no cabía en sus gordos y maltratados
pies.
Uno
de los sirvientes, perdón otra vez, uno de los escoltas del Primer Secretario
vio a La Setesienta, sentada y por razones obvias, en un rincón de la casa, y
exclamó:
—Eh!,
¡Tú también tienes que probarte el zapato!
La
madrastra dijo casi gritando:
—Oye
tú, esa cochina ni fue a la fiesta. ¿Cómo creé tú que La Setesienta sea la
chica que busca el hijo del Primer secretario?, ella es pobre, y además sus
padres fueron de las escorias que abandonaron al país cuando lo de los
balseros. Y esa niña que usted ve ahí es una gusana anticastrista, que siempre
está hablando peste de nuestro comandante en jefe. Aquí las únicas que son
militantes son mis hermosas hijas que son capaces de dar la vida si fuera
necesario por defender a nuestra revolución.
El
sir…, perdón el escolta, hizo caso omiso a los gritos de la Tía-Madrastra y fue
a probarle el zapato… Cuál fue su sorpresa cuando La Setesienta se puso el
zapato y le encajo a la perfección, todos los presentes se quedaron
boquiabiertos.
—¡Oooh!,
es ella! la futura esposa del hijo del primer secretario del PCC!
Inmediatamente
la llevaron al Partido Provincial y a los pocos días se casó con el hijo del
primer secretario.
Nunca
más volvió con su Tía-Madrastra, y hasta los días de hoy vive felizmente casada
con el hijo de aquel ex primer Secretario del PCC de Cienfuegos.
Y
cuenta una mariposa, que volaba sobre la campiña francesa, que vio desde su
rosal, guardados en un caja de cristal aquel zapato que sacó a La Setesienta de
la pobreza total —como a todos los familiares de grandes dirigentes que han
robado todo lo que le toca al pueblo, mientras este se muere de hambre y
desolación.
COLORÍN
COLORADO, ESTE CUENTO SALIÓ POR UN CALLEJÓN DORADO Y EL TUYO, AÚN NO HA
EMPEZADO.
Me ha encantado la versión.
ResponderBorrarHace unos tres años yo también hice en mi blog unas cuantas versiones personales de cuentos. No podía faltar el de La Cenicienta . Hay quien dice que está relacionado con los actuales Reyes de España.
Un abrazo.
No sabía esa historia...
Borrarun gran abrazo Chema
Una versión en un país tan especial como difícil. Me encantó este giro del cuento clásico.
ResponderBorrarUn abrazo